jueves, 21 de agosto de 2014

DONDE NO HAY NADIE

Hay muchos meses de retraso entre la libertad otorgada (lo que creemos elegir) y la planificación psicológica (lo que se nos ha condicionado a hacer). Para eso están los estrategas de los gobiernos (dos partidos que se alternan) y los medios de comunicación de masas. Todos en una obra de ingeniería social.

Antonio Blay decía: “Incluso cuando estamos pensando del modo más racional no nos damos cuenta de que las ideas que estamos manejando no son nuestras, sino que la mayoría de las veces nos estamos apoyando en ideas de otros.” Para Blay, lo que hacemos es mezclar ideas ajenas con propias, poniendo al final la patente de propiedad.

En este sentido, cualquier tertulia televisiva, cualquier soflama de un periodista a sueldo o mitin político es un bufé libre de ideas puestas a disposición de nuestro inconsciente. ¿Estás dispuesto a creerte que estaban en tu naturaleza?
Sólo una labor introspectiva en nuestro psiquismo puede dar con lo verdaderamente nuestro. El otro, el inquilino olvidado de nuestro interior, sabe más que nosotros. Y aguarda el encuentro desde siempre.

José Lezama Lima le replicó al padre Ángel Gaztelu:
—De acuerdo, de acuerdo. Hay infierno. Pero he aquí lo que sucede: ¡está deshabitado! No hay nadie en el infierno y quizá nunca ha habido nadie.

Sin pretenderlo, Lezama dio con la más terrible definición de infierno: un lugar donde no hay nadie… Ni siquiera el viajero de tu interior.



Ricardo García Nieto

PARA ADIESTRAR AL HOMBRE

La gloria es un lugar apolillado.
Y hacerse de notar, lo más ficticio.
En el poder jamás existe el prójimo.
Y en la abundancia siempre hay escasez
de entendimiento y alma.

Para adiestrar al hombre,
sólo hay que darle el pan de su neurosis.
Verá lo que no existe, soñará
con la gloria, el poder y la abundancia.



Ricardo García Nieto

LA ÚLTIMA CONVERSACIÓN

Intento evadirme e imagino la última conversación de un capitán antes de que su barco (cualquiera me vale) se rompa contra un arrecife y se vaya a pique. Digamos que había ordenado un cambio de rumbo y se había quedado mirando, desde el puente, la negrura del mar, como si la leyera:

-¿Se encuentra bien, señor? –preguntó el segundo de a bordo.
-Ojalá todo fuera tan fácil como hacer su pregunta o responderla.
-Sabe que me tiene para lo que precise –aseveró el segundo.
-¡Qué fácil sería! –exclamó el capitán.
-¿El qué, señor?
-Resolver la vida de una forma limpia y rápida –abrió el guardapolvos de su reloj de bolsillo y miró una foto de mujer que había en su interior-… Ponerse en la trayectoria de una bala destinada a quien más ames, dejar que te atraviesen el corazón en un golpe de fortuna.
El timonel concluyó la maniobra, tres cuartos a estribor, y la tripulación subió y bajó por todos los palos largando trapo. Un viento suave fue hinchando las velas.
-Pero hay que persistir –continuó el capitán-. Aguantar.
-Necesita descanso, señor, permítame aconsejarle que...
-Guárdese sus consejos.

La secuencia siguiente puede ser intuida por cualquiera.
Pero nuestro personaje podría ser el paciente de un psiquiátrico, jugando con la maqueta de un bergantín; un estadista o cualquier hombre de rebaño soñando antes de levantarse, lavarse el cerebro y sonreír ante el espejo para creerse feliz.



Ricardo García Nieto