Querido Año Nuevo: no me vengas con argucias, que ya nos conocemos.
Por mucho que te disfraces con los números, siempre serás el mismo. Dicen que
esta vez serás fatídico… ¿Alguna vez has dejado de serlo? Que celebren tu
venida, aunque ya estés aquí. Te lo digo ahora, a finales de octubre, porque ya
veo tus maniobras comerciales, tu apariencia políticamente inmaculada y tu
miedo, ese miedo que repartes tan espléndidamente. Sabes que no tienes nada de
sagrado, por más que te adornes con las navidades. Tu afán depredador no tiene
nombre. Y no seré yo quien lo invente. Pasarás o harás como que pasas para no
moverte de nuestras vidas. Como siempre has hecho. Albergo la esperanza de que
los seres humanos recuerden que vinieron al mundo con algo superior a ti en su
interior. A ti, que sólo eres tiempo. Sí, ya lo sé, has puesto mucho interés en
conformar sus egos productivos y consumistas. Y lo has conseguido con holgura.
Nunca te faltó ayuda. Padres y maestros le decían a los niños que estaban
formando su personalidad cuando sólo ayudaban a crear un bufón interior, un
fantasma con hambre de poder adquisitivo. Hay que reconocer que has sido hábil,
que has escrito la historia con tus números. Pero, ya te digo, no pierdo la
esperanza. Nacimos con algo superior a ti, viejo amigo. Y algún día los seres
humanos te arrojarán por la borda de sus corazones y empezarán a construirse de
nuevo, con esa sabiduría inconsciente que tuvieron alguna vez en su infancia.
Es una situación crítica que tarde o temprano habremos de vivir todos. Algunos
esperarán a la muerte para ser conscientes. Esa es tu ventaja. Otros se darán
cuenta en su madurez. Esa es mi esperanza.
Mientras tanto, seguirán celebrándote todos los meses. Te nombrarán a
cada instante para medir los índices de pobreza, los impuestos, los
encarecimientos de deuda o la inflación interanual. Siempre te han nombrado con
respecto a ti mismo como si fueras otro. Aunque siempre hayas sido el mismo.
Ricardo García Nieto