martes, 25 de octubre de 2011

CARTA AL AÑO 2012


Querido Año Nuevo: no me vengas con argucias, que ya nos conocemos. Por mucho que te disfraces con los números, siempre serás el mismo. Dicen que esta vez serás fatídico… ¿Alguna vez has dejado de serlo? Que celebren tu venida, aunque ya estés aquí. Te lo digo ahora, a finales de octubre, porque ya veo tus maniobras comerciales, tu apariencia políticamente inmaculada y tu miedo, ese miedo que repartes tan espléndidamente. Sabes que no tienes nada de sagrado, por más que te adornes con las navidades. Tu afán depredador no tiene nombre. Y no seré yo quien lo invente. Pasarás o harás como que pasas para no moverte de nuestras vidas. Como siempre has hecho. Albergo la esperanza de que los seres humanos recuerden que vinieron al mundo con algo superior a ti en su interior. A ti, que sólo eres tiempo. Sí, ya lo sé, has puesto mucho interés en conformar sus egos productivos y consumistas. Y lo has conseguido con holgura. Nunca te faltó ayuda. Padres y maestros le decían a los niños que estaban formando su personalidad cuando sólo ayudaban a crear un bufón interior, un fantasma con hambre de poder adquisitivo. Hay que reconocer que has sido hábil, que has escrito la historia con tus números. Pero, ya te digo, no pierdo la esperanza. Nacimos con algo superior a ti, viejo amigo. Y algún día los seres humanos te arrojarán por la borda de sus corazones y empezarán a construirse de nuevo, con esa sabiduría inconsciente que tuvieron alguna vez en su infancia. Es una situación crítica que tarde o temprano habremos de vivir todos. Algunos esperarán a la muerte para ser conscientes. Esa es tu ventaja. Otros se darán cuenta en su madurez. Esa es mi esperanza.
Mientras tanto, seguirán celebrándote todos los meses. Te nombrarán a cada instante para medir los índices de pobreza, los impuestos, los encarecimientos de deuda o la inflación interanual. Siempre te han nombrado con respecto a ti mismo como si fueras otro. Aunque siempre hayas sido el mismo.


Ricardo García Nieto

miércoles, 5 de octubre de 2011

CUANDO NOS ENFRENTAMOS A UN ENEMIGO


Cuando nos enfrentamos a un enemigo, lo estamos invitando a nuestra casa.
Hay que estar atento: nuestro enemigo puede ser una simple idea, una obsesión, la sombra de cualquier persona... Si dejamos que entre en nuestro corazón, beberemos del miedo, la rabia y la tristeza. Cuando lo veamos, hemos de convertirlo en circunstancia, mero accidente, hemos de sortearlo cual si fuese un charco en el camino. Al final, le agradeceremos la oportunidad que nos ha brindado para ejercitar nuestros pies.
Nuestros pasos de baile hacen morse con el cielo. Y el cielo siempre responde.


Ricardo García Nieto