Cuando nos
enfrentamos a un enemigo, lo estamos invitando a nuestra casa.
Hay que estar atento: nuestro enemigo puede ser una simple idea, una obsesión, la sombra de cualquier persona... Si dejamos que entre en nuestro corazón, beberemos del miedo, la rabia y la tristeza. Cuando lo veamos, hemos de convertirlo en circunstancia, mero accidente, hemos de sortearlo cual si fuese un charco en el camino. Al final, le agradeceremos la oportunidad que nos ha brindado para ejercitar nuestros pies.
Hay que estar atento: nuestro enemigo puede ser una simple idea, una obsesión, la sombra de cualquier persona... Si dejamos que entre en nuestro corazón, beberemos del miedo, la rabia y la tristeza. Cuando lo veamos, hemos de convertirlo en circunstancia, mero accidente, hemos de sortearlo cual si fuese un charco en el camino. Al final, le agradeceremos la oportunidad que nos ha brindado para ejercitar nuestros pies.
Nuestros
pasos de baile hacen morse con el cielo. Y el cielo siempre responde.
Ricardo
García Nieto