Nuestros
cuerpos son globos llevados por el viento. El aire de nuestro interior es el
mismo aire que hay a nuestro alrededor. Cuando el globo se desinfla, el aire de
cada cual regresa a casa.
Nuestros cuerpos son botellas llenas de agua de mar. Flotamos en el mismo océano. Cuando la botella se rompe, el agua de nuestro interior vuelve a su origen. Mientras tanto, somos llevados por corrientes marinas, tintineamos las unas contra las otras y podemos rompernos. Es lo que llamamos discordia. La luz del sol se refleja mejor en la botella que ha perdido sus etiquetas, que comparte su brillo con las demás. Es lo que llamamos amor.
Nuestros cuerpos son rocas puliéndose por el viento y las mareas. Pierden sus asperezas hasta quedar en nada y regresar al aire y al mar. Como los globos y las botellas.
Nuestros cuerpos son botellas llenas de agua de mar. Flotamos en el mismo océano. Cuando la botella se rompe, el agua de nuestro interior vuelve a su origen. Mientras tanto, somos llevados por corrientes marinas, tintineamos las unas contra las otras y podemos rompernos. Es lo que llamamos discordia. La luz del sol se refleja mejor en la botella que ha perdido sus etiquetas, que comparte su brillo con las demás. Es lo que llamamos amor.
Nuestros cuerpos son rocas puliéndose por el viento y las mareas. Pierden sus asperezas hasta quedar en nada y regresar al aire y al mar. Como los globos y las botellas.
Ricardo
García Nieto