Amanece.
Los hombres de rebaño se levantan de sus camas y se lavan el cerebro para
convencerse de que viven en un país justo. Sonríen frente al espejo, intentando
parecer felices. Hay estelas en el cielo y amoniaco en los alimentos. Se gana
poco, se pagan muchos impuestos, los bancos cobran por cualquier idiotez y se
acepta un despotismo gubernamental, que ni siquiera es ilustrado. Mediante la
televisión, la mediocridad se ha instalado en cada casa con sus maletas llenas
de trofeos deportivos y fotos de la realeza. Allá donde se fije la vista habrá
un anuncio publicitario; allá donde se ponga el oído resonará la opinión de un
mercenario. Poco que ver u oír. Los ilusionistas y los ilusos están unidos por
un yugo invisible: parecen estrellas binarias. Rimas no buscadas.
Pasan las
horas sin que la pobreza descanse. Los políticos piden tranquilidad cuando
exigen mansedumbre. Y al hacerlo justifican el Mal. Viene a nosotros su reino.
Ricardo García Nieto