Mi piel no
termina en mí. Se oscurece en regiones de ébano y amarillea como el pergamino
cuando amanece en Oriente. Nos abrazamos sin querer a miles de kilómetros de
distancia. Y hasta sentimos las huellas dactilares de quienes se fueron para
siempre. Tal vez, algún día los alcancemos.
Acordarse
es orar. Responder a la caricia que viene de tan lejos.
Mis dedos
en el teclado; mi corazón en el camino; mi mente... ¿Quién teclea mi mente?
Vayamos
donde vayamos, nuestra piel se estremece. Alguien nos roza desde el porvenir.
Ricardo
García Nieto.