¿Qué edad tienes? ¿Cuántos kilos pesas? ¿Cuál es el diámetro de tu
cintura? ¿Y el de tu pecho? Respira… ¿Te han hecho alguna vez preguntas más estúpidas
que estas?
Pues son de las que más dividendos producen en el primer mundo. Y más
depresiones. No son preguntas; son dedos que te señalan como paria, como
persona exiliada en tu propia calle, trabajo o terminal de aeropuerto.
¿Eres un ser humano honrado? ¿Eres capaz de ponerte en los zapatos de
tu prójimo? ¿Cuánto hay de amor en ti? ¿Sueles resolver problemas? ¿O los haces
más grandes? Estas preguntas no producen réditos, no sostienen una industria.
Pero son las definitivas.
Eres servil cuando la apariencia dicta.
Eres libre cuando la inteligencia seduce.
He visto a modelos de pasarela, que se creían el centro del mundo,
ahogándose en su propio ombligo.
He visto a enfermos terminales, dispuestos a volar hacia la eternidad,
dándote la lección más importante de tu vida.
Nos estamos muriendo. No porque la vida nos empuje hacia el más allá,
sino porque no nos dejan ser. Porque nos hipnotizan con lo perecedero, lo ridículo,
lo inútil.
Hoy quiero envejecer más que nunca. Sumar mil años en una hora de
silencio. Vaciar mi mente de voces fatuas. Seguro que el universo susurrará
algo en mis oídos.
Ricardo García Nieto