De lejos, se las idealiza. Proyectamos sobre ellas nuestras
propias almas: lo mejor que tenemos.
Muertos y exiliados nos sirven como pantallas sobre las que arrojar nuestra película. Seres lejanos a los que sólo se puede llegar por ficción.
Es lo que nos pasa cuando nos hemos alejado de quienes
fuimos.
Reconstruirnos es lo mismo que rescatarnos.
Sobre todo de esas fuerzas que jamás controlaremos.
¿Sabía la reina de Saba que era un instrumento? ¿Lo supo el
héroe que venció al dragón? ¿Hasta
qué punto fue consciente de su destino el príncipe, el mago o el mendigo? ¿Enteramente
conoció las consecuencias de sus actos quien fuera crucificado por voluntad de
su padre?
Perdimos la sabiduría precisamente para encontrarla. El
conocimiento nos ha llevado a la ignorancia de los sapos. Hemos de volver al
origen, a la inocencia de las golondrinas.
Como sociedad y como individuos, hemos abierto ventanas que
debemos cerrar. Ese es el deseo. El anhelo primordial que debiera acompañarnos
en el nuevo año.
La larga noche ha de quedarse reducida a la sombra que se
agarra a nuestros tobillos. No la perdamos de vista. Es nuestro vencido
eclipse.
Ricardo García Nieto