El año que se va
tiene las piernas rotas,
un pañuelo en la boca
y las manos atadas por detrás.
Lo van a ejecutar en pocas horas
con doce campanadas.
Quien venga en su lugar
podría ser el mismo que se marcha,
pintándose la cara,
cambiando su disfraz
a la velocidad de las palabras.
El año que se va
tiene las piernas rotas,
la vida sigue igual:
aprendemos del fuego
el vaivén de sus lenguas habladoras.
Pero todo está adentro:
crepitan como estrellas las neuronas,
la biblioteca de los pensamientos.
Ricardo García Nieto