Cuando te sumes en la pobreza espiritual, caes en un estado de posesión: aquello de lo que eres dueño se adueña de ti. Las cosas, las personas, la fama y el poder te poseen. Hay momentos en la vida en los que el cielo tuerce el gesto cada vez que lo miras. Es como morir de cuando en cuando. ¿Qué es lo que ha pasado?
El autoritarismo de las mercancías, el mesianismo de amores
que pretenden salvarte de otros amores, la avalancha de la competitividad, del mostrarse
como un señuelo para seducir, fascinar y volver a poseer… Este mundo
prefabricado que se derrumba diciéndonos que no significamos nada. Verlo es un
darse cuenta doloroso: viene como una brisa a helarte un rostro en el que ya no
te reconoces por mucho que lo intentes. Esa fotografía siempre fue para los
otros; nunca para mostrar tu verdadera naturaleza.
A veces me pregunto si hay algo más detrás de este caótico
acontecer anímico. E intuyo que sí, que en la inmensidad personal hay vientos
que ignoramos, que todo cuanto nos llega es el instrumento
de fuerzas superiores que viven por sí mismas. ¿Dioses venidos a menos? ¿Demiurgos
que buscan una segunda oportunidad? ¿Ángeles o demonios jubilados durante la Ilustración?
Quién sabe... Pudiéramos ser cada uno de nosotros, soñándonos a nosotros
mismos.
Ricardo García Nieto