¿Quién será,
en un futuro no lejano,
el Cristóbal Colón de algún planeta?
¿Quién logrará, con máquina potente
sondar el océano
del éter, y llevarnos de la mano
allí donde llegaran solamente
los osados ensueños del poeta?
el Cristóbal Colón de algún planeta?
¿Quién logrará, con máquina potente
sondar el océano
del éter, y llevarnos de la mano
allí donde llegaran solamente
los osados ensueños del poeta?
¿Quién será,
en un futuro no lejano,
el Cristóbal Colón de algún planeta?
el Cristóbal Colón de algún planeta?
¿Y qué
sabremos tras el viaje augusto?
¿Qué nos
enseñaréis, humanidades
de otros
orbes, que giran
en la
divina noche silenciosa,
y que
acaso hace siglos que nos miran?
Espíritus
a quienes las edades
en su flüir
robusto
mostraron
ya la clave portentosa
de lo
Bello y lo Justo,
¿cuál será
la cosecha de verdades
que deis
al hombre, tras el viaje augusto?
¿Con qué
luz nueva escrutará el arcano?
¡Oh la
esencial revelación completa
que fije
nuevo molde al barro humano!
¿Quién será
en un futuro no lejano
el Cristóbal
Colón de algún planeta?
Recuerdo
que mi padre me lo dio a leer cuando yo era niño, señalándome la posibilidad,
ya contemplada por el poeta mexicano en 1917, de la existencia de humanidades “que
acaso hace siglos que nos miran”. Era la España de los 70, un país a medio
camino de todo en el que oleadas de platillos voladores eran noticia en las
primeras planas de diarios como “Pueblo” o “ABC”. A mi padre le hacía gracia
que Amado Nervo se adelantara tantas décadas, en uno de sus poemas, a las
especulaciones que sobre el fenómeno ovni se hacía en aquellos años. La poesía
nunca está al margen. De nada.
Esos
objetos anómalos que se han observado en el cielo a través de la historia, además
de ser fenómenos naturales “perfectamente explicables” o prototipos militares
mantenidos en secreto, quién sabe si los Cristóbal Colón de otros mundos, ¿no
podrían ser los ojos, los instrumentos que nosotros mismos hemos puesto desde
el futuro para observarnos?
No me deja
de fascinar la idea de que los arqueólogos del futuro, en vez de hacer
excavaciones en la tierra, sean capaces de hacer excavaciones sobre esa dimensión
que llamamos tiempo, y que esos objetos suspendidos en el cielo, que hemos
convenido en denominar ovnis, no sean otra cosa que las lentes con las que nos observamos nosotros mismos.
Ricardo
García Nieto