martes, 5 de mayo de 2009

MEMENTO MORI


Uno se sitúa ante el papel como si lo hiciera ante una cámara fotográfica: sabiendo que ha de morir. Y aguarda el milagro con la mirada puesta hacia el sol de poniente, hacia donde acaba el mundo material y comienza el espiritual. Tiene la certeza de que allí habrá de regresar un día como quien vuelve a su verdadero hogar. ¿Qué más alto conocimiento nos ha reservado el destino en nuestro tránsito por el mundo? Ninguno más crucial que éste.

Seamos lo que seamos: pastores de animales, hombres o ideas; salvadores, víctimas o verdugos... Seamos lo que seamos, nuestro fin es idéntico. La finitud de nuestros cuerpos es inevitable y la experiencia más importante de nuestras vidas, la muerte, habrá de llegar como liberación o como terror. Su presencia, querámoslo o no, habrá de acompañarnos cada día. Y lo que para algunos será la amiga que nos señale el camino de la libertad, para otros será la aguafiestas que se sentará en todos los banquetes y tertulias, bailará en todas las celebraciones y se irá de compras al tumulto de los grandes almacenes. Algo habrá que comprar con lo que llenar el vacío que supone su presencia.

Memento mori, decían los clásicos: recuerda que has de morir... Partiendo de esta premisa vital, más vital que ninguna otra, miro hacia mi cámara, hacia la noche que me deslumbra, y disparo.


Ricardo García Nieto