sábado, 17 de marzo de 2012

LA AGUJA QUE ENTRA POR SU PROPIO OJO


Nadie sale indemne de la mirada del otro. Las miradas liman. O pulen en el mejor de los casos. Pero también pueden erosionarte hasta dejarte en casi nada, convertir en polvo tu personalidad, tu naturaleza, tu ser más íntimo, y tornarte en un autómata que se mueve por necesidad y miedo. Se trata de la superioridad de lo ajeno sobre lo propio, de lo impuesto sobre lo infuso, del estímulo social sobre el impulso a bucear en ti mismo.
El guardia que te mira de reojo, la señora que te revisa de arriba abajo o el inspector que te punza con sus pupilas están en cada uno de los viandantes lo mismo que el robot o el títere.
Cada uno es víctima o verdugo. También el salvador de sí mismo: la aguja que entra por su propio ojo.


Ricardo García Nieto