Una conversación de hace siete años:
-En una primera fase, provocaremos una ficticia crisis económica, que
tendrá ocupada y preocupada a la población para que no vea el entramado de las
dos siguientes fases. Habrá algunas protestas y revueltas callejeras, que
servirán para soltar las últimas iras que aún alberguen los corazones.
Conseguiremos tal grado de confusión y temor, que la gente apenas reaccionará
cuando comience la segunda fase.
-¿Qué segunda fase?
-La guerra.
-¿Qué guerra?
-Cualquiera vale. Pero Irán podría ser el enemigo que todo lo
justifique. Y cuando digo “todo” no me quedo corto. La incertidumbre y el miedo
hará que los sucios rebaños no se atrevan ni a respirar.
-¿Y después qué?
-En la tercera fase, habrá un evento celeste.
-¿Qué evento?
-El que ha de suceder o el que, sencillamente, nos permita
protagonizar nuestra tecnología. O ambas cosas a la vez. Da igual. La imaginación
hará su trabajo y el hombre volverá de golpe al pertinente estadio infantil del
que nunca debió salir, y se doblegará ante el líder o mesías que elijamos.
-¿Y si me decidiera a informar de vuestros planes a cuantos quieran
escucharme?
-Hazlo. Pondrás tu granito de arena en el nuevo orden. Hemos ido
cociendo lentamente a las masas. El cine, la televisión o las novelas de
ciencia ficción han sido nuestro fuego. Cuando reveles estas cosas, te dirán
que has visto muchas películas, que se te han reblandecido los sesos lo mismo
que a Alonso Quijano al leer tantas novelas de caballerías. Serás un… ¿Cómo se
dice ahora? ¡Ah, sí! ¡Un conspiranoico! Eso es, un conspiranoico…
-¿Por qué me cuentas todo esto?
-Necesitamos locos que digan la verdad.
-¿Para qué?
-Precisamente para que la verdad sea tomada por asunto de locos.
-Sinceramente, no me creo nada de lo que me has dicho.
-Perfecto. ¿No lo ves? En cualquier caso, habremos logrado nuestro
objetivo.
-Malditos seáis.
-Siempre lo fuimos.
(En este punto, el narrador duda de sus recuerdos, se aleja del papel
y la pluma, y decide prepararse una taza de té con la convicción de no volver
al tema).
Ricardo García Nieto