Algo que viene de lejos se cierne sobre nosotros. Vemos los síntomas
de nuestra extinción por todos sitios. Parece como si padeciésemos una
hipocondría colectiva, cierta ansiedad morbosa con respecto a nuestra salud
como especie.
Si, como decía Goethe, los
acontecimientos futuros proyectan su sombra por anticipado, y esa sombra es la
de una catástrofe global, ¿hemos de considerar seriamente la catástrofe? Las
sombras son tan sólo sombras. Un asteroide que impacte sobre nuestro planeta,
un virus que provoque una pandemia, una crisis económica que desate otra guerra
mundial, tal vez definitiva... Son eso: sombras, sólo sombras. ¿O no?
Como un extraño huésped, en nosotros está latente el "Final de los Tiempos". El inconsciente colectivo lo señala cada día con su tembloroso dedo. ¿Qué nos estará diciendo?
Como un extraño huésped, en nosotros está latente el "Final de los Tiempos". El inconsciente colectivo lo señala cada día con su tembloroso dedo. ¿Qué nos estará diciendo?
Algo estamos pasando por alto.
Puede que nuestra neurosis colectiva esté llenando de nubes el horizonte
precisamente para que seamos conscientes de que el sol existe. Puede que
nuestros peores vaticinios no sean más que un dolor fantasma, un dolor que
sentimos de verdad, pero que carece de causa alguna. Puede que el miedo a lo
que ha de venir suponga en el fondo una necesidad de cambio, una transformación
de nuestra conciencia y, por lo tanto, de nuestros intereses. Puede que... O
puede que no.
En todo el planeta se presta
atención a lo que pueda acaecer en el año 2012, cuyo 23 de diciembre se ha
consagrado como nueva fecha para el Fin del Mundo. Hay grupos muy reducidos que
se coordinan a través de internet para hacer frente al imaginario desastre. Lo
mismo que Noé, han escuchado una especie de mandato divino. Dios les está
hablando con sus sombras, y las nuevas arcas han de ser refugios subterráneos,
alejados de las costas y de las centrales nucleares.
Pudiera ser que el
acontecimiento que haya de extinguirnos no suceda nunca porque la catástrofe ya
ha anidado en nosotros, y nos estamos muriendo de miedo.
Algo que viene de lejos se
cierne sobre nosotros: nuestras propias sombras, que son los síntomas de
nuestra necesidad de cambio. Hay una revolución pendiente en el corazón de cada
hombre.
Ricardo García Nieto