Salir del tiempo terrestre sería abandonar un teatro de
cuerpos que van envejeciendo y en el que los cambios sociales son superficiales:
siempre mandaron los mismos.
Para huir de la podredumbre hay que asemejarse a lo eterno.
Y en esto la muerte iguala a todos los seres humanos.
Entretanto, la pulga se disfraza de león para parecerse al
depredador perfecto. Y la presa ideal no es otra cosa que una glotona de miedos
y tristezas.
Nos han enseñado a hacernos trampas para no vivir en
plenitud. Los profesores del miedo siguen siendo quienes vendieron su alma por
una palmadita en la espalda.
Plotino decía que el alma puede separarse del cuerpo concentrándose
en sí misma. Nunca lo conseguí. Ni albergo la esperanza de lograrlo en vida.
Pero sé que en mi tránsito al más allá se producirá ese milagro.
Bendigo a quienes, de corazón, me deseen una buena muerte,
un irme a mi hora y con conciencia, un conocerme, por fin, más allá del
aspecto, las ideas o las emociones que me sujetan al mundo.
De momento, escribo.
Mi sombra juega conmigo
a perder el equilibrio,
a volcarse en los manteles
y las hojas de los libros.
Anochece en la cuartilla
y busco su precipicio,
por donde ruedan las rimas
asonantes del suicidio.
He de vivir otro día
y otra vida y otro ciclo
para que juegue a perder
mi sombra siempre conmigo.
Ricardo García Nieto