Hoy no he escrito nada. He aguardado todo el día, pero no se ha producido el milagro de la creación.
La Muerte se ha sentado frente a mí y me ha preguntado:
-¿Cómo estás?
-Estoy a la espera –respondí.
-¿De qué?
-De que algo te ensombrezca.
Ella ha esbozado media sonrisa de suficiencia, se ha
cambiado de sillón y no ha vuelto a abrir la boca.
Mi gato se ha subido a mis rodillas y lo he acariciado. Su
ronroneo ha llegado a los más lejanos rincones del cielo. Y la Muerte,
apretando los dientes, se ha ido en esta última línea.
No hay nada con más luz que la ternura.
Cada uno ha de resplandecer
por sí mismo.
Ricardo García Nieto.