lunes, 26 de agosto de 2013

EL HACEDOR DE BUCLES

Me moriré a mi hora, sin querer parecerme a nadie ya, sin tener que rendirme a nadie ya, sin someter a nadie ya. Me moriré a mi hora y dejaré cosas pendientes, lo sé. Nunca fui libre en este país que presumía de libre. Nunca conocí la democracia en este país que la tenía por bandera. He vivido en un teatro, condenado a ver siempre la misma función. Me inculcaron valores que desaparecieron. Me instruyeron en cosas que dejaron de ser útiles. Bebí de una cultura que borraron. Me moriré a mi hora sin que nadie me haya enseñado a hacerlo; en esto he sido un autodidacta. Cientos de viandantes pasan tras mi ventana con semblante sombrío: angustiados, tristes, presos de la deshumanización que la plutocracia impone. ¿Para qué habrán servido sus vidas? ¿Para enriquecer a unos pocos? Me moriré a mi hora mirándome en esos espejos de carne y hueso. Un hombre grita a su mujer. Un listillo impone su absurda voluntad a alguien que no tiene fuerzas para rechazarla. Un político se salta la ley y nadie responde. Todo es lo mismo. Y no hay energía para cambiarlo. Me moriré a mi hora y llegaré tarde. Esta tragedia dura ya demasiado. Cansa. Aburre. Dormiré esta noche con la esperanza de que mañana suceda algo esperanzador, algo que nos ponga en el camino. ¡Quién sabe! Lo mismo estamos a tiempo.


Ricardo García Nieto