viernes, 30 de mayo de 2014

UNA VIEJA FOTOGRAFÍA DE SATURNO

Lo mismo que Saturno, el planeta Tierra tiene sus anillos: miles de satélites artificiales. Escombros de tecnología.
Lo mismo que Saturno, la mente del hombre occidental tiene sus anillos de basura, de pensamiento caótico, de obsesiones e ideas malsanas. Y cada vez ocupando más espacio.
Lo mismo que Saturno, los países de Europa tienen sus anillos económicos de deuda, políticos de corrupción, sociales de desinformación. Anillos que son como cinturones. Cinturones que son como camisas de fuerza.
España hiede. Se ha hecho un gran esfuerzo por erigir la basura en el corazón de los españoles y ha llegado la hora de la putrefacción, que es la primera fase de toda regeneración: el nigredo.
Así denominaban los alquimistas a la primera etapa en la transmutación de la materia. Así llamó Carl Gustav Jung a la primera fase del proceso de individuación: aquella en la que descubrimos nuestra parte más oscura. Una noche negra, más negra que lo negro.
Curiosamente -y en ambos casos-, este periodo está ligado a Saturno.
Cuando todo está podrido en una sociedad es cuando empiezan a verse indicios de vida nueva, distinta: dinámicas de grupo sorprendentes, resultados electorales inesperados y nerviosismo en los personajes más beneficiados por el antiguo régimen . La minúscula esperanza se hace sitio en los vertederos de almas.
Recuerdo a finales del siglo XX cuando cazaba a Saturno con mi telescopio. Recuerdo el entusiasmo de tenerlo ante mis ojos y a merced del disparador de mi antigua cámara de carrete. Nunca sospeché que fuéramos nosotros las presas que se cobraba por adelantado. Dejo aquí la vieja fotografía que le saqué.
Es curioso; me reconozco mejor en ella que a mí mismo en los retratos de mi infancia.


Ricardo García Nieto



jueves, 29 de mayo de 2014

NO SÉ SI LOS MUERTOS ME VISITAN

No sé si los muertos me visitan mientras duermo. Ni siquiera sé si merodean por mi inconsciente. No recuerdo mis sueños. Si los muertos entraran en ellos, jamás me enteraría. Sólo Dios sabe cuánto agradecería ser consciente del consejo que quizá ya me hayan dado.
Cuanto más liberado sea, tanto menos percibiré la pérdida. Quien venga a salvarme me quitará la angustia y la soledad. Y sin ellas no podré completarme.

Algo de arriba viene a mi encuentro y no doy ni un paso para acortar la distancia. Como casi todos, me entretengo con lo que no existe. Erosiono culturas y afectos. El reloj se paró hace tiempo, pero llegamos tarde mucho antes de que se detuviera.

Los políticos han sobrevivido a los héroes; los verdugos a los caballeros; los falsos profetas a los sabios. Seguimos respirando como peces fuera del agua, atrapados en una felicidad impuesta. Sin resolver lo de abajo y sin ir al encuentro con lo de arriba.

Creo que me iré. Y que lo haré muy lejos. A varios decenios de aquí. Más allá de la ventana, la luz se fatiga.


Ricardo García Nieto



sábado, 24 de mayo de 2014

ENANTIODROMÍA, BIPARTIDISMO Y NEUROSIS COLECTIVA

Cada persona está clavada sobre dos maderos: una sombra inconsciente (lo que detesta de sí mismo) y un yo idealizado y consciente (lo que aspira a ser). De esta crucifixión sólo se sale resucitando psicológicamente. Y a lo peor, una vida no es tiempo suficiente para hacerlo.
Como sociedad nos sucede lo mismo. La sombra –lo peor- se ha institucionalizado en los partidos políticos mayoritarios. Y nuestro ideal colectivo camina peligrosamente a la sórdida meta de ser cada vez más competitivos.
A una sociedad así sólo le queda resucitar.
Los partidos políticos mayoritarios tienden al totalitarismo lo mismo que los bueyes a la inexpresividad: a un despotismo interno como grupo y al señalamiento externo de quienes han de ser adiestrados por no conformarlo o de quienes han de ser inmovilizados por no dejarse adiestrar.
Estos partidos sustituyen las grandes ideas por maneras de gestionar los caudales públicos y se convierten en maquinarias insensibles al dolor ajeno. Esta insensibilidad se ve compensada por una mafiosa protección a los adeptos a sus siglas. Es imposible que sean adeptos a algo más: no lo hay.
Desde esa naturaleza, la monstruosa formación de militantes y líderes se esfuerza en advertir lo necesaria que es. Proyecta sobre el resto del género humano su ser imprescindible, que no es otra cosa que su miedo a desaparecer. Hace unos días un político declaraba que si su partido perdía las elecciones habría terribles consecuencias económicas. ¿Intimidación, amenaza o terror a perder el poder?
Una sociedad regida en alternancia por dos partidos políticos es idéntica a la regida por un partido único: padece la misma minusvalía moral.
Los dos partidos mayoritarios juegan a una falsa enantiodromía (del griego: "enantios", contrario, y "dromos", carrera), juegan a que los ciudadanos corran entre esos dos opuestos que representan. Los partidos mayoritarios, que hacen de su confrontación la única posible, propenden, en ese exclusivismo, a aliarse contra el resto. Y del mismo modo que el dios único tiene su propia revelación y profecía, tienen su plan para nuestras vidas: competir como individuos por un salario para consumir como termitas cuanto pongan a nuestro alcance.
A lo peor, también hacen falta muchas vidas sucesivas para salir de este infierno.
De la inducción a esta hipnosis colectiva sólo se puede salir con un ejercicio de enantiodromía verdadero, el de correr hacia lo opuesto, pero no dentro del bipartidismo, sino hacia fuera del mismo: desbancar a los partidos mayoritarios y acabar con esa aspiración a convertirnos en termitas.
El miedo y la rabia, frutos de la neurosis colectiva que padecemos, no nos sirven para correr hacia la libertad. Son cadenas en nuestros tobillos. La fundación de un nuevo ciclo precisa de una revolución individual que los disipe. Mientras no se produzca, los partidos mayoritarios apelarán precisamente al miedo y la rabia para alternarse en el poder.


Ricardo García Nieto

miércoles, 21 de mayo de 2014

GÉNESIS

Hizo su autorretrato y se vio a su imagen y semejanza. Lo fatal de aquel retrato fue que tenía vida propia y se volvió neurótico. Y se multiplicó. Y sus peores descendientes tomaron el poder.
No es que se nos haya fugado el alma de la noche a la mañana: me acosté con ella y me desperté desalmado. Es que nos han ido “desalmando” desde que nacimos.
Tenemos un problema con la cuestión de quiénes somos y quiénes nos han hecho creer que somos.
Cada vez que votamos elegimos mentiras.
Al héroe particular de cada cual le toca la tarea de salvarse de la enajenación impuesta: todo un viaje a las entrañas del monstruo.
Nos han metido en el vientre de una ballena… Y ni siquiera es nuestra ballena.


Ricardo García Nieto

martes, 20 de mayo de 2014

NO HAY FOCAS EN EL CIELO

En alguno de los diarios de Ernst Jünger leí que hubo esquimales, convertidos al cristianismo, que no querían ir al cielo prometido porque allí no había focas, su principal fuente de alimento.
Creo que alguien explicó mal a los esquimales en qué consistía ese lugar al que Dios se lleva a los mejores. Y no sólo a los esquimales. Para desconsuelo de muchos, podemos conjeturar que en el cielo, como concepto teológico, no hay focas, ni fútbol, ni cerveza.
Las promesas se cimientan en el presente para que el viento se lleve sus tejados en el futuro y podamos ver la dolorosa verdad de las estrellas.
El estado del bienestar (las focas de los esquimales) son el cielo prometido de la política. Nuestros representantes nos aseguran que siempre habrá focas. Aunque luego resulte que son invisibles o sólo se ven por televisión. El problema está en que no miramos hacia arriba cuando vuela el tejado de la promesa electoral. Seguimos viendo la televisión.
Una de las curiosidades de las focas, en sus diecinueve especies, es que carecen de oído externo. Tal vez tengan la ventaja de oírse a sí mismas. Otra es que sus ojos pueden enfocar tanto fuera como debajo del agua: en dos mundos distintos. Debiéramos imitarlas. Quizá los místicos y los locos se acerquen a lo inefable por esa capacidad de escucharse y estar al otro lado de lo aparente. Quizá los hombres comunes, como las focas, lo hagan en un mundo venidero. Oírse a sí mismo y respetarse es el paso previo para ver más allá y expandir la conciencia.
Cada día tengo menos certezas, pero me gusta pensar que no hay focas en el cielo porque ya se lo trajeron consigo.


Ricardo García Nieto