Acabo de morir. Ha sido fácil. Mi alma salió del cuerpo sin dolor y, a
la par, he dado mi primer paseo en bicicleta, mi primer beso de amor y he visto
nacer a mi hija. Todo ha sucedido simultáneamente: el cine del más allá carece
de tiempo. Sé que he regresado a casa. Escribo estas letras para seguir
asombrándome del fuego que inventó el más sabio de mi tribu y celebrar el
regreso de los cazadores con las presas que nutrirán a la comunidad. Estar
muerto es recordar que sigues vivo. Y con menos lastres que antes. Hay un ángel
que me visita cada noche: posiblemente sea yo mismo. Rezo, ignorando que ya
regresé a la presencia del que todo lo sabe. Soy joven y viejo. Cadáver y
recién nacido.
Todo está cumplido porque todo nos ha sido dado. Es algo que no
deberíamos olvidar al emprender de nuevo este viaje.
Ricardo García Nieto