Para
evitar una revolución, a los españoles se les ha lavado el cerebro para que se
complazcan con casi nada. No es de extrañar que se identifiquen con ese
personaje tan de moda en los anuncios de radio y televisión: el idiota
contento, eufórico con cualquier bagatela.
Los
españoles dan vueltas sobre el eje de la estupidez como una rueda que girase
póstumamente en un automóvil estrellado. Los responsables del siniestro nunca
han dejado el poder.
A los
españoles sólo se les exige una musculosa mediocridad con la que agarrarse a
las mentiras. Han tocado fondo y se han acomodado en él. Aguantan bien en el
infierno con tertulias y partidos televisados. Sus gobernantes les dan en el
gusto lo mismo que a un burro en las ancas. ¡Arre, España!
A los
españoles se les ha adiestrado como a perros. Y son fieles a sus amos. Nadie
responde políticamente ante ellos. Son los españoles los que responden
políticamente cuando se les solicita.
La
tragedia no es que la los españoles se les culpe como a niños y se les estimule
como a bestias. La tragedia es que se dejen hacerlo.
Ricardo
García Nieto