sábado, 8 de marzo de 2014

PARA NO TENER UN PRECIO


Los hombres que aprenden a olvidar su grandeza suelen dejarse llevar. No se plantan en su terreno porque, real o figurado, lo perdieron. Son, de sí mismos, poco más que una patología. La enfermedad de arrastrarse hasta la muerte.
Algunos se perdieron por amor: darse hasta negarse. Otros se enviciaron por terror: cualquier cosa, la que sea, con tal de sobrevivir. Algunos ni siquiera cayeron en la cuenta de que se estaban desvaneciendo: les lavaron el cerebro.
Sea como fuere -por amor, miedo o ignorancia-, todos se quedaron haciendo suposiciones en medio del camino.
Mirados en conjunto, son el síntoma de una nación agonizante.
Para que mueran mis parásitos, yo también he de morir un poco.
Para no tener un precio, hay que pagar un precio muy alto.


Ricardo García Nieto