Competir:
contender entre sí. Competencia: disputa entre o dos o más sobre algo.
Los medios de comunicación repiten, en boca de nuestros gobernantes,
que hemos de ser más competitivos. Y las leyes se cambian con esa
finalidad. Es el empeño globalizado de las corporaciones que gobiernan
el mundo y sus políticos.
Ganan muy pocos; pierden todos.
Competir es la forma de anular al otro mientras te anulas tú. De incapacitarlo mientras te incapacitas. En lo más humano.
El
reino del espíritu está lleno de perdedores. Me caen muy bien:
comparten, tienen historias que contar, son conscientes del olor de una
manzana o del ajetreo inexorable de la hormiga. Y sonríen como
diciendo: no somos hormigas ni manzanas. Bienaventurados los que se
dejan ganar porque no son devorados, porque son los más libres de entre
los hombres. Y, sin pretenderlo, llegan más lejos.
Intento
no ser competitivo, por mucho que me lo imponga mi presidente del
gobierno o sus ministros. A estas alturas de mi vida, cincuenta años, no
estoy dispuesto a ver adversarios ni en mi ocio ni en su contrario. Y
mucho menos en la puerta de los grandes almacenes el día de las
rebajas. No, señores míos, no voy a pasar por encima de nadie. Es más,
voy a procurar que me superen los que agónicamente y con la lengua
fuera vayan detrás de mí. Ya han perdido demasiado tiempo y energía,
demasiada vida en vuestra ilusoria carrera.
Los
que manejan el cotarro no salvarán al tercer mundo de su infierno. Lo
necesitan. El infierno es la más rentable fuente de recursos naturales y
humanos. Pero lo precisan por algo más: como referente. Mientras nos
conducen a él, lo señalan con el dedo y nos dicen: si no queréis veros
así, competid, producid y no protestéis.
El
infierno globalizado hará que las acciones bursátiles toquen el cielo
mientras el ser humano, reducido al papel de pobre diablo, competirá y
competirá hasta el final de sus días.
Recuerdo al púgil que peleaba con su propia sombra. Soñaba con ella en su lecho de muerte.
Recuerdo al niño que fui un día. El otro era yo mismo. Hasta que me enseñaron a competir.
Ricardo García Nieto