Avergonzarse es un verbo reflexivo. Un verbo con la mira telescópica
hacia adentro. Tú te avergüenzas y tú eres el destinatario de tu propio
disparo. Y aprietas el gatillo. Y percibes el lento suicidio de la culpa, que
es el origen de casi todas las enfermedades. Te avergüenzas y es como si
dijeras en tu interior: muérete un poco hoy. Muérete de vergüenza. Nos pasamos
la vida matándonos a nosotros mismos por nimiedades que no merecen sanción
alguna: no debería haber dicho esto, hecho aquello, pensado lo de más allá.
Mientras miles de políticos o banqueros se comportan como psicópatas,
llevándose por delante demasiadas propiedades y vidas que nunca les
pertenecieron. A ellos no los verás sonrojados, cabizbajos o con la mirada
perdida en el suelo. No padecerán esa afección psíquica con la que tanto has
sufrido.
Avergonzarse… Menudo fusil en manos de quienes menos lo merecen.
En la vida pública podemos oír “lo siento mucho, me he equivocado. No
volverá a ocurrir”. Raramente escucharemos “me avergüenzo de mi
comportamiento”. La razón es bien sencilla: el personaje público, pillado in
fraganti, reconocerá que sus actos le han llevado a la impopularidad. Sentirá
mucho esa antipatía, sabrá que se ha equivocado al realizar acciones que le
producen ese descrédito, y no volverá a cometer el error de jugarse el cargo
repitiéndolas. Punto. No se flagelará a sí mismo por sus hechos inmorales.
Hasta ahí podíamos llegar.
En cambio, los ciudadanos más decentes, adiestrados como perros desde
la infancia, seguirán hasta el final de sus vidas avergonzándose de lo propio y
de lo ajeno.
Hoy sigo avergonzándome de muchas faltas que, por desconocimiento,
cometí en el pasado. Faltas por omisión. Amor que no dí. Las arrastraré hasta
el final de mis días. Pero cien veces más me avergüenzo cada día de los
comportamientos que observo en los personajes públicos.
Avergonzarse es un verbo con la mira telescópica hacia adentro. Ya va
siendo hora de que la pongamos del revés.
Ricardo García Nieto