Alrededor
de la isla singular de cada cual se van formando corales ignorados. Hermosas
barreras que nos protegen de invasiones sombrías. Cuando buceamos, las
admiramos con sorpresa. Surgieron en momentos de gracia que experimentamos con
la misma premura con que los olvidamos. Nada ha de turbarnos para ser
conscientes con plenitud de esos regalos de la Providencia. Algo difícil al
ritmo de vida que se nos ha impuesto. ¿A qué me refiero? A veces, vislumbramos
algo que RESUENA en nuestro interior. Carece de detalles. Y cuanto más
aplicamos la mirada sobre él, más difuso se nos muestra. La segunda de sus
características es la calidez, la calidez esperanzadora que imprime al corazón.
Es exactamente lo antagónico a un dolor precordial. Es lo que llamaré VISLUMBRE
CREADOR. Tenerlo presente, sin saber aún lo que es, nos guiará con confianza
hacia una CONCRECIÓN que dará paz y sentido a nuestra existencia. Éste es su
tercer rasgo: su función orientadora. Lo he denominado “creador” por su cuarta
propiedad: CREA nuestra vida conforme lo percibimos. Responde a cada jugada del
tiempo (no del destino) sin que nuestro territorio personal sea devastado por
depresión alguna. No hablo del voluntarioso optimismo que todo lo pretende
servir con su mejor aspecto. Ni hablo de la fijación de una meta, de un logro
material, ni del ascenso por los escalafones del sistema implantado. No hablo
tampoco de la ambición ni del deseo. El vislumbre creador nos sume en un estado
de gracia, de máxima receptividad a lo que ha de venir de lo difuso. Traza
nuestro rumbo y lo seguimos sin miedo. Dota de sentido. Cuando acontece lo que
se va creando, el vislumbre se va concretando hasta dejar de serlo. Si te
niegas a seguir ese rumbo –puedes hacerlo con el escueto margen de tu libre
albedrío-, irás muriendo sin saber por qué fuiste arrojado a este mundo. Cuando
el vislumbre creador deja de ser vislumbre (pues todos sus detalles están a la
vista) y deja de ser creador (pues su obra ha concluido), te encuentras ante
una nueva vida. La borrosa estrella te ha sacado de las tinieblas. Ahora eres
tú, de nuevo, el hacedor de tus días.
Cuando al
fin salgas del tiempo, habrás cumplido tu misión, habrás amado enteramente y te
habrás respetado a ti mismo.
Ricardo
García Nieto