Somos moribundos. Vivimos por vivir hasta que la
enfermedad, un suceso inesperado o un caótico montón de circunstancias nos
sitúa ante un mar terrible. Tenemos dos opciones: cruzarlo o no. Si no lo
cruzamos, el miedo habrá decidido por nosotros y seguiremos muriendo en vida.
Si nos atrevemos a cruzarlo, nos habremos desprendido de cuanto creíamos
importante y nos encontraremos con nuestras almas de una vez por todas. Habrá
mar gruesa. Las olas irán y vendrán como recuerdos, golpeando nuestra embarcación,
divisaremos islas sombrías y costearemos acantilados negros, sin vida, como
lápidas gigantes con nuestro nombre. Tras la última noche, borrosa e
incomprensible, una noche acostada sobre el océano lo mismo que un párpado
sobre otro, vendrá el alba. Renacer será algo más que cruzar una frontera. Lo
invisible cobrará forma y pagará sus deudas con lo visible. Y comprenderemos
que la vida es tan sólo una ocasión prestada para vencer el miedo.
Cuando rompa el alba, ya no habrá más noches.
Pero seguiremos mirando las estrellas.
Ricardo García Nieto