No releeré el poema que ahora escribo;
treinta años corrigiendo me han bastado
para aprender de todos los borrones,
de los falsos profetas de la patria,
del dolor, que es un viejo amigo mío,
como también lo es tuyo. Lo sabemos:
hemos venido a remontar un cauce
de antiguas pesadillas, tan correctas
que parecen felices sueños. Mienten
muy dentro de nosotros, nos conducen
con sus ágiles pies a cualquier tumba,
cualquiera vale en un país de muertos
que no saben pararse. Estamos cerca
de todos los desagües, persistimos
como si persistir fuese la meta.
No voy a corregir lo que callamos.
Es necesario depredar los mitos
que nos han convertido en hombres huecos.
Ricardo García Nieto