Uno sólo ve lo que ya
conoce. El niño que miraba con horror la sonrisa de los asesinos de su familia se
pondrá, de adulto, a la defensiva ante cualquier sonrisa. Uno sólo distingue lo
ya experimentado. Es una forma de ceguera. Una manera de dislocar la realidad.
De romperle los tobillos para que el tiempo se quede en el mismo sitio, que es
ninguno.
Me acuso de estar ciego.
Y sé que mi salvación radica en ser consciente de mi ceguera.
Palpo las sombras que me
llevan atrás. Agarran mis manos y las sueltan lo mismo que el pez escupe el
bocado envenenado.
Es una ventaja.
Ricardo García Nieto