miércoles, 11 de enero de 2017

LA MELANCOLÍA DE LAS TORTUGAS



A veces, las tortugas nos miran desde el apogeo de la melancolía. Luego, reanudan su paso como si fuesen a una cita ineludible, a un lugar que queda muy lejos. Puede que hayan aprendido que el estupor y la huida se quedan en nada cuando el rumbo es el correcto. Que siempre se llega a tiempo por muy tarde que se llegue.
Como las tortugas, yo llevo una casa a cuestas, un recinto soleado en el que habitan todos los hombres que he sido: el atrevido, el autómata, el obsesivo buscador, el extasiado, el teatral rompedor de silencios, el humilde y el pedante, el estudioso y el loco, el que reza y el que compra… Conviven de muy mala manera: una vida es una casa demasiado pequeña para tanto invitado. Cuando hago un descanso en mi camino, se apodera de mí la melancolía de las tortugas. Miro a un lado y a otro como si buscase el viento y prosigo mi andadura. He de ser fiel a mi cita: llevar a todos mis huéspedes mar adentro.

Ricardo García Nieto.