Una idea que me acompaña desde la
infancia: callarse una verdad es tan deshonesto como decir una mentira. Nada
deja de existir por mucho silencio que se le arroje; las sombras no bastan para
ocultar el fuego.
La infancia persiste decenios después
con sus ventanas abiertas. Y cada vez que escribo, me las veo con Dios: no se
escapan ni las estupideces. Todo retumba en el papel.
Esta tarde, la lluvia se llevó todo
el ruido de mi mente. Sabía más de mí que yo.
Ricardo García Nieto.