Cuando el mediodía llega a la muñeca el crepúsculo está en el corazón.
Cuando amanece en el corazón el ocaso llegó a la muñeca. La puesta de sol se
confunde con el mar de la palma de la mano. A veces es un sol definitivo de
venas abiertas. A veces es un sol cerrado al que se le toma el pulso con la
yema de un dedo. La yema siempre es amarilla, dorada en la sartén, iluminada,
como un limón o una manzana, en los ojos pobres que pasan hambre. Labios de sol
caído en la muñeca, labios que nunca habrán de probar el menú del cielo.
¡Cuánta injusticia de semáforos en rojo!
El corazón se para. Cede el paso a la miseria.
Ricardo García Nieto.