martes, 6 de julio de 2010

EL GENIO, EL MILAGRO Y LA CODICIA


Hace años que el escritor Alberto Vázquez Figueroa creó un proceso baratísimo para desalar el agua y hacerla potable en todo el planeta. Pero este hombre genial se topó con la negativa de los políticos y representantes de las grandes compañías eléctricas. Estos imperios económicos, que desalan el agua a precios muy elevados mediante el uso de la energía eléctrica, no podían permitirse el lujo de perder miles de millones de euros con la puesta en funcionamiento de su sencillo invento. Y Vázquez Figueroa vio día tras día cómo se le ponían trabas a su revolucionaria creación. Su afán por evitar las muertes por carencia de agua potable en el mundo se vio zancadilleado con la malsana intención de los codiciosos del planeta. Y de nuestro país.
Hablamos de agua, pero lo mismo sucede en el ámbito de los medicamentos: cuando el sistema sanitario necesita financiación, las grandes compañías farmacéuticas ofrecen su ayuda económica a condición de que se prohíban ciertas marcas o sustancias naturales sin efectos secundarios que les harían la competencia a sus productos ya desfasados. Nos asombramos de que artículos naturales inocuos y eficaces, permitidos en Alemania, Noruega o Estados Unidos, estén prohibidos en España. Y no lo entendemos.
Hablamos de agua y medicamentos, pero ¿qué no podríamos decir de los alimentos o del petróleo?
Estos dueños de tanta multinacional, de codicia sin fin, tienen la ventaja de contar con la ambición de los políticos, que han convertido la corrupción en toda una industria, con el silencio de muchos medios de comunicación y con el consecuente desconocimiento de la gente corriente.
Los intereses financieros limitan en muchas ocasiones el bienestar de la humanidad. Lo tenemos asumido con demasiada facilidad. Olvidamos que tras ellos hay personas de carne y hueso. La compañía eléctrica que impone el agua desalada a precios tan altos tiene un director, tiene miembros en un consejo de administración, tiene inversores a los que sólo les importa que sus valores suban en la bolsa. Y, cómo no, sus oportunos y mercenarios políticos.
Que el agua potable desalada con la sencilla invención de Alberto Vázquez Figueroa reduzca sus márgenes de ganancia es algo intolerable. Aunque la gente se muera de sed.
El genio de nuestro escritor produjo la posibilidad de un milagro: agua para toda la humanidad. Verlo algún día dependerá de nuestra capacidad para vencer la codicia de unos pocos.

Ricardo García Nieto.