Cuando caigo dentro de mí, hablo con muchos fantasmas. No les veo los
pies porque no los necesitan. Apenas se mueven de mi interior. Debo ser un buen
anfitrión. Hablan mucho. Me tientan. Son como moscas en verano. Vivir es, entre
otras cosas, mantener esa conversación con tan espectrales invitados. Y
mantener el alma en pie.
Por muy dolorosos, despreciables o injustos que sean los hechos de
afuera, no podemos doblegarnos a los fantasmas de adentro. La sombra que nos
habita trabaja a conciencia. Pero nuestro anhelo a lo más alto la convierte en
una sencilla mancha de tinta. Sólo hay que tener cuidado con lo que escribimos
con ella.
Ricardo García Nieto