El ego es
un globo que se hincha con el éxito. Y la inmortalidad, una pluma que vuela
sobre el mérito.
El hombre
natural defiende su libertad y su dignidad. El ególatra, su postura ante el
espejo de los otros.
No debemos
confundir los méritos de un individuo con el éxito del ególatra, que tropieza
sin cesar con su propia sombra.
Llegados a
este punto, me pregunto qué mérito tienen nuestros políticos. Creo que ninguno.
No podemos valorar, cual mérito, su éxito al hacer de pastores tan siniestros, al conducirnos como a rebaños
de muertos vivientes, al alimentarnos con las tinieblas que vierten los medios
de comunicación. No hay ningún mérito ahí.
Dependerá
de nosotros decidir si preferimos la negrura de la boca del lobo o la oscuridad
que precede al amanecer.
Los
carbones encendidos del miedo sólo son semáforos en rojo.
Ricardo
García Nieto