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mucho menos para un político. Pero los ha habido. Y en España, el más señalado
por ese carácter de la Providencia se llamó Julián Besteiro. Como el héroe
platónico que sale de la gruta para ver la luz, Julián Besteiro salió de la
caverna española de la década de 1930 para advertir de la inminencia de la
Guerra Civil y, una vez que estalló, para pedir constantemente la paz.
Socialista denostado por los propios socialistas, negociador denostado por
aquellos vencedores con quienes quiso llegar a un acuerdo de paz, decidió no
huir; se quedó en Madrid, consumido por la enfermedad, empleando todas sus
energías frente a un micrófono, un hilo de voz como una súplica por el fin del
absurdo derramamiento de sangre. Y se lo agradecieron con la cárcel. Condenado
a treinta años de prisión, murió en el presidio de Carmona, enfermo el cuerpo y
resplandeciente el alma, el 27 de septiembre de 1940.
Ricardo García Nieto.