El poder es
un anzuelo que atrapa a quien lo posee. Los que enferman de poder no quieren
soltarlo. Ni siquiera el clásico Napoleón de los manicomios estaría dispuesto a
curarse si, como contrapartida, tuviera que perder su imaginario imperio. Esto
es aplicable a más de un político de hoy día. A cualquiera que se crea que su
cargo o posición es más importante que su humanidad. A la larga, el peso de
cualquier dominio mal entendido caerá con más violencia sobre quien lo detenta
que sobre aquellos que tuvieron que soportarlo.
Hay
demasiados Napoleones en nuestros días. Gobiernan este mundo sin gobernarse a
sí mismos. Los veo en televisión, haciendo declaraciones firmes y sosegadas. De
vez en cuando, se les escapa un tic en un ojo, una inflexión en la voz, un gesto
de las manos… Es lo que nos basta para saber que se derrumban por dentro. Que
siempre estuvieron derrumbándose. Como torres gemelas de su miedo.
Ricardo
García Nieto