El nombre
de Jeremías significa: “Dios me eleva”. Y ese significado cobra vida cuando
observamos al Jeremías que pintó Miguel Ángel: podemos elevarnos contemplándolo,
meditabundo, volcado hacia adentro, reflejando todos los adentros del ser
humano. Podemos volar por su interior para descubrir el nuestro, admirar su
ancianidad para anticipar la que habrá de llegarnos un día, conmovernos con su
llanto sin lágrimas para secar las de nuestro rostro.
Muchas veces se quejaba: "Señor, estoy cansado de hablar sin que me escuchen. ¡Todos se burlan de mí! Cuando paso por las calles se ríen y dicen: ‘Allá va el de las malas noticias’. ¡Miren al que regaña y anuncia cosas tristes! Señor me propongo decirles cosas amables y Tú en cambio pones en mis labios anuncios terroríficos!".
Muchas veces se quejaba: "Señor, estoy cansado de hablar sin que me escuchen. ¡Todos se burlan de mí! Cuando paso por las calles se ríen y dicen: ‘Allá va el de las malas noticias’. ¡Miren al que regaña y anuncia cosas tristes! Señor me propongo decirles cosas amables y Tú en cambio pones en mis labios anuncios terroríficos!".
Jeremías
podría ser el arquetipo de lo justo para vivir. No hablo de los alimentos que
ha de procurarnos la Providencia, no, me refiero a los indicios que han de señalar
el camino: el pan de los amores, el vino de la entrega, el agua de la mirada
pura, la nobleza del aire que quieras compartir… Hay que recibir cuanto venga
como un regalo: por muy desagradable que parezca, siempre será la mejor manera
de tener lo justo para vivir.
Mientras se adentra Jeremías en su propia caverna, algo hay en mí que ve la luz
Mientras se adentra Jeremías en su propia caverna, algo hay en mí que ve la luz
Ricardo García Nieto