Albert
Einstein hace referencia al “sentimiento cósmico religioso” en su libro Ideas y
opiniones. Para él, la función del arte y la ciencia es despertar ese
sentimiento en los demás. Y pone como ejemplos a Newton y a Kepler, capaces de
gastar años y años de solitario trabajo en el empeño de entender la mecánica
celeste… Y añade: Sólo quien ha dedicado una vida a empeños semejantes puede
hacerse una idea vívida y adecuada de lo que inspiró a tales hombres y les
proporcionó la fuerza necesaria para permanecer fieles a su propósito a pesar
de incontables fracasos. Lo que proporciona a un hombre esta fuerza es el
sentimiento cósmico religioso.
Extrapolando
las palabras del Maestro, debiera quedarnos claro que el sacrificio de unos
padres por sus hijos, el de los que dan su vida en selvas tropicales o
desiertos por los desventurados de este mundo, o simplemente en las calles de
nuestras ciudades con los que no tienen techo, es el mismo sentimiento de
Newton o de Kepler: entregar las horas de nuestras vidas lanzándonos al abismo
por alguien. El amor, más que una emoción cegadora, es un sentimiento de
unidad: ser con alguien o o ser con el universo para alguien. Descifrar los
secretos del Cielo o de la Tierra para los demás, desentrañar el comportamiento
de un virus o una galaxia, o dar con tu propia mano lo que no tienes, aquello
que, sin saberlo, recogeremos en el más allá. Ésa es la fuerza cósmica, ésa es
la fuerza religiosa. El religarse, el volver a ligarse con el Todo para no ser nadie.
Hay un Newton o un Kepler detrás de cada esquina. Lo hay, tal vez, en nuestra
propia casa.
Ricardo
García Nieto