sábado, 7 de diciembre de 2013

ESTAR ENFERMO


Estar enfermo tiene momentos deleitosos. La fiebre te ofrece cálidas nubes en las que te duermes sin certezas. Cuando te sobrepones de ese exquisito sueño, el cuerpo pesa el doble y te duelen todos los músculos. Si te atreves a escribir, te resultará ajeno lo que leas. ¿Quién será el extraño que dice estas tonterías? Toses. ¿Estarás ladrándole a tu gobierno? No me canso de hacerlo. Cierro los ojos y vuelvo a la dulce placenta. Allí consulto la gran enciclopedia de los dormidos.
Después de tres días, he claudicado. Hoy empezaré a administrarme antibióticos. Me los tomaré cual si fueran revoluciones: Tomas de la Bastilla. Soy como el acorazado Potemkin: lo que importa es lo que suceda dentro.
En España hay microorganismos poco deseables. Los hospedamos cual si fueran protectores. Hacen el paripé de esforzarse por el bien de la patria. Aunque no sabemos de qué patria se trata, si de Alemania, si del FMI o de sus propios partidos. Son los simuladores “Politicocos” en simbiosis con los “Bancocos aureus”.
La enfermedad de un país no es como la mía. Ni siquiera tiene esos momentos placenteros que me embargan. En España lo que se embargan son viviendas, tierras, ahorros, vidas por delante y por detrás. Aquí no se libran ni los niños ni los ancianos. Aquí proliferan las bacterias: Politicocos y Bancocos aureus. ¿Cuándo le administraremos a este país los pertinentes antibióticos?
Urge el tratamiento médico.
En dos años habrá elecciones generales. Esperemos que el enfermo no se nos muera por el camino.
Con respecto a mí y mi claudicación, poco he de añadir. Cuando me miro en el espejo, no me siento tan extraño como con lo que escribo. Estar enfermo tiene momentos deleitosos.


Ricardo García Nieto