Llamaré “factor
Crusoe” a toda propensión a una crisis personal o colectiva que
conlleve, en su solución, un cambio en el entorno y en la mentalidad de
quienes lo habitan. Esta propensión es un factor psicoide, que podría
ser equivalente al concepto de arquetipo junguiano.
Me
explicaré: Robinson Crusoe se escapa de casa, se embarca, naufraga,
vuelve a embarcarse, es capturado por unos piratas en cuyo barco pasa
dos años y de quienes huye en un bote, llega a Brasil en un buque
portugués, se hace plantador, se embarca de nuevo para Guinea y naufraga
en una isla desierta. Es el único superviviente. Misión cumplida. Su
propensión a la crisis (naufragar adrede) lo ha puesto a solas con la
Creación del Altísimo, con el entorno que ha de cambiar, donde
sobrevivirá domesticando animales y convirtiendo la tierra baldía en
productiva. Y donde colonizará a Viernes, nativo de ese entorno, al que
hará a su semejanza.
La
propensión en el ser humano a una crisis personal (caída de Adán o
naufragio de Robinson Crusoe) surge en nosotros como una fuerza
inconsciente en busca de sentido para nuestras vidas. Una existencia
acomodada y consumista, por ejemplo, en la que cada compra supone una
forma engañosa de tapar el vacío, estará condenada a esa crisis. El
naufragio personal, la caída o expulsión del territorio psicológico
conocido, traerá consigo un cambio de mentalidad. El “factor Crusoe” se
completará cuando ese cambio afecte al entorno (domicilio, por ejemplo) y
se aleccione y seduzca a quienes han de compartirlo (familiares, hijos)
con una actitud diferente ante el mundo.
EN
EL INCONSCIENTE COLECTIVO, también surge de lo profundo esa fuerza.
Nuestro naufragio como sociedad nos obliga a un cambio de paradigma que
ya estamos experimentando. La crisis, económica y espiritual, nos empuja
a otra forma de ver el mundo. Nuestros políticos, que hasta ahora han
sido nuestros colonizadores, sienten bajo sus pies de barro que el suelo
se les mueve, que el sistema tiende al colapso, que una democracia más
directa es ineludible al tiempo que la deuda, la “burbuja de deuda” que
padece el planeta, no puede crecer permanentemente. El “factor Crusoe”
empieza a completarse con un cambio en el entorno, un regreso paulatino a
la vida sencilla en el campo, por ejemplo, un mayor respeto ante el
medio ambiente y un imparable uso de las energías renovables, tanto por
individuos como por grupos. La seducción con el ejemplo, ese cambio en
la mentalidad de quienes comparten el entorno, ya es un hecho, aún
inadvertido por muchos, pero un hecho.
Daniel
Defoe tan sólo pretendía escribir una novela de éxito. Pero consiguió
algo más: la cartografía de un mito. La caída de Adán y el naufragio de
Robinson son formas de nacer, de estrenar una nueva era, formas de
muerte y renacimiento si se quiere.
En
este mundo globalizado, en el que las maravillas tecnológicas se han
mezclado con los peores crímenes e injusticias, hemos aprendido del
infierno sobradamente. Ya hemos naufragado adrede. Albergo la esperanza
de que la isla o mundo que nos aguarda estará, tarde o temprano, más
cerca del Paraíso.
Ricardo García Nieto