Cuando
cruzas una línea, lo hace también tu destino. Puede que tirara de ti
sin que lo percibieras. Puede que tú lo empujaras. Nunca lo sabremos. La
desconexión con nuestra naturaleza más íntima hace que confundamos los
deseos con las inclinaciones a las que hemos sido llamados. ¿Eres capaz
de oírte? ¿Quién habla por ti? ¿Qué estiércol arrojan, qué semillas
ponen en tu mente? ¿Qué ecos has interiorizado, qué figuras pasean por
tu inconsciente? ¿Las elegiste?
En todas estas preguntas subyace el problema de la libertad.
La libertad de afuera está llenándose de mordazas, leyes inicuas, liberalismos esclavistas, moralidades perversas.
Pero ¿qué pasa con la libertad de adentro? ¿Estás convenciéndote de lo que quieren convencerte?
El
peor de los peligros es que la persona singular haga suyas las ideas
que pretenden acabar con su singularidad. Creerse que vale lo que
produce. Aceptarse como cifra. Asumir los dictados de la moda como si
fueran sus gustos. La justicia de los escalofríos como abrigo propio.
Las voces de nuestros muertos susurran en nuestros corazones.
Los cuadernos colegiales aún no se han cerrado. Paisajes, tapias, charcos, olores... Siguen dispuestos.
Si el hombre de nuestro tiempo se convence de su no ser, se habrá suicidado. Habrá recibido su alma en vano.
Ricardo García Nieto