La
inocentada es que nos dejaron caer al mundo, nos vestimos de carne y
hueso, y empezamos a respirar. El manual de instrucciones para
sobrevivir fue la educación que nuestros padres nos dieron lo mejor que
pudieron y supieron. Y lo que nos enseñaron en el colegio. Pudieron
equivocarse, pero no fueron culpables, sino víctimas. Uno suele caer en
la cuenta de todo esto pasados unos años. Es, entonces, cuando cada cual
se descubre y busca dentro de sí la gran verdad. Y construye la hermosa
torre de su destino. Que esté fortificada o no, que sirva para el
arquero, el astrónomo o el eremita depende de cada cual. La inocentada
postrera será volver a casa. Inocentes, sí, como recién nacidos.
Ricardo García Nieto