Al
igual que los médicos, los responsables de la vida pública deberían
hacer suyo un juramento como el hipocrático. Propongo este sencillo
texto:
JURO
NO HACER DAÑO. EL BIENESTAR DE MIS CIUDADANOS SERÁ MI PRIMERA
PREOCUPACIÓN, EVITANDO TODO MAL Y TODA INJUSTICIA. NI SIQUIERA BAJO
AMENAZAS, ACTUARÉ CONTRA LOS DERECHOS HUMANOS. MIS INTERESES Y LOS DE MI
PARTIDO ESTARÁN SUPEDITADOS AL BIEN COMÚN.
Aislados del contexto trágico en que vivimos, nuestros políticos
podrían parecernos cómicos a primera vista. Bufones que se esfuerzan por
captar votos. Su infantil retorcimiento de la verdad sobrepasa los
límites de lo risible.
Pero ¿cómo podemos calificarlos cuando arrecia la crisis? ¿Sirven para defender nuestros derechos? Es obvio que no.
Si observamos su quehacer con detenimiento, comprobamos que lo cómico se ha convertido en trágico. Y hasta en abominable.
William
Golding escribió una novela que viene como anillo al dedo para explicar
el grado de depravación política al que se ha llegado. Se trata de “El
señor de las moscas”, obra en la que se inspira la serie de televisión
“Perdidos”. Un grupo de niños
(podrían ser nuestros políticos) se organiza para sobrevivir en una isla
desierta del Pacífico. Sin la supervisión adulta (podríamos ser
nosotros, los ciudadanos) se plantean pulsos de poder, arrojamientos de
culpas y conflictos de liderazgo hasta llegar al salvajismo. Hay un
miedo latente en ellos: la bestia (la crisis, en nuestro caso), que no
es otra cosa que un paracaidista muerto. Simon, el más lúcido de los
niños, observa a sus compañeros cazar una cerda. Ve cómo cogen su cabeza
y la pinchan en un palo. Simon mira la cabeza, le pone el nombre de
“señor de las moscas” y ésta le dice: soy la bestia y soy una parte de
ti. La alusión a la sombra junguiana es clara. Luego, Simon intenta
convencer a sus compañeros de que la bestia no existe y, como al héroe
que sale de la caverna platónica y vuelve para contar la verdad, lo
matan.
Si
la cabeza de esa cerda le hablara a nuestros políticos, les diría: soy
la crisis y soy una parte de vosotros. Vosotros sois los “señores de las
moscas”.
Pensemos en cualquiera de nuestros políticos: ¿Dónde está el heroico Simon? ¿Hay acaso grandeza en alguno?
Las
abominaciones, en el mito y la literatura, son una representación de
nuestro inconsciente. Hasta que se hacen reales. Los ciudadanos hemos de
estar atentos porque la abominación de la sombra se está proyectando
con anterioridad. Los señores de las moscas ya han llegado al poder.
Ricardo García Nieto