El
encuentro entre el hombre más pobre y el más poderoso de su tiempo debiera
servirnos de lección para los tiempos que corren en España.
Diógenes,
el filósofo, vivía austeramente, como un perro vagabundo. Su casa era una
tinaja y sus posesiones se reducían a una manta, un zurrón, un báculo y un
cuenco. Un día, Alejandro Magno fue a conocerle y, erguido como el rey que era
ante Diógenes, le preguntó:
-¿Qué
puedo hacer por ti?
-Apartarte
–respondió Diógenes-; me estás quitando el sol.
Cuando los
cortesanos del rey empezaron a burlarse del filósofo, Alejandro congeló sus
risas, diciendo:
-De no ser
Alejandro, hubiera deseado ser Diógenes.
Si Rajoy
se encontrase con Diógenes, posiblemente le pondría un impuesto por el sol que
tomaba. Y no exagero: el vergonzante ministro Soria ha decidido gravar con un
impuesto a todos los que tengan placas solares en su casa. Es más, va a
permitir que los inspectores allanen los domicilios privados para controlar
cuántas placas hay instaladas y cuánta electricidad producen, con el fin de
calcular el canon a pagar.
No voy a
indignarme. Ni siquiera voy a recrearme en cómo las empresas eléctricas manejan
a nuestro gobierno y nos sujetan medievalmente a gravámenes inimaginables.
Prefiero
volver a Diógenes.
Cuando
Alejandro Magno lo halló observando un montón de huesos, Diógenes le dijo:
-Busco los
de tu padre, pero no los puedo diferenciar de los de un esclavo.
¿En qué se
diferencian los miembros de este gobierno de ti?
¿Son
mejores que tú? NO
¿Son más
decentes que tú? NO
¿Son más
justos que tú? NO
¿Coinciden
contigo en sus intereses? NO
Antes de
encontrarse con Alejandro magno, Diógenes fue puesto a la venta como esclavo:
-¿Qué
sabes hacer? -le preguntaron
-Mandar –respondió-. Comprueba si alguien quiere comprar un am.Ricardo García Nieto