Nos
han encarcelado. Deambulamos, frenéticos, como en círculo, en un
reducido ámbito: del trabajo a las tareas domésticas y a la atención de
nuestras familias. No paramos. Y son los barrotes de esa cárcel los que
parecen moverse, no dejándonos ver nada más allá. Me refiero a los
barrotes de la política y la usura. Cuando intentas mejorar la vida de
tus hijos o tus mayores, los barrotes hablan:
Eso no está permitido.
Eso no se cubre.
Eso hay que pagarlo.
Rilke
escribió un poema profético, que tenía como objeto el movimiento de una
pantera en su jaula. Aunque no fuese su intención, retrató al ser
humano del siglo XXI. Es lo que tienen los genios. Propongo esta traducción, adaptando el poema a
estos endecasílabos:
Sus ojos se han cansado del desfile
de las rejas, y ya nada retienen.
Las rejas se le han vuelto innumerables,
y el mundo se le acaba tras las rejas.
Blando andar de flexibles, fuertes patas,
que giran en el más pequeño círculo,
cual danza poderosa en torno a un centro
donde su voluntad está aturdida.
A veces, en silencio, alza el telón
de sus pupilas. Y entra alguna imagen,
surca la tensa calma de sus miembros
y se apaga al llegar al corazón.
Lo
mismo que a la pantera del poema, nos quieren condenar a no encontrar
salidas. Nos quieren condenar a mirar barrotes. Es voluntad de nuestros
políticos que no apreciemos otra voluntad que la suya. Y la idea de que
pensemos por nuestra cuenta les pone muy nerviosos:
Eso no se puede cambiar.
Eso sería un desastre.
Eso es sedición.
La
cúpula del partido gubernamental está llena de intermediarios entre los
ciudadanos y los intereses de Alemania y del Fondo Monetario
Internacional. En Europa, se les tiene por corruptos y mediocres, pero
son imprescindibles porque obedecen. Mientras el euro les lava la cara
(y algo más), el resto de los españoles cargamos con la cruz de esa
moneda.
Eso es porque estás mal acostumbrado.
Eso es porque has vivido demasiado bien.
Eso es porque no te adaptas.
Como en el Bolero de Ravel, se intuyen varios círculos infernales en el poema de la pantera:
El primero sería el de sus propios pasos, dando vueltas sobre la nada.
El segundo estaría formado por las rejas.
El tercero lo compondrían los espectadores.
Me
refiero a estos últimos cuando pienso en los dueños de la patria, que
aparecen de vez en cuando en nuestras vidas a echarnos un poco de carne.
La panterita española
es oscura, como el vino.
Da las vueltas que merece;
da las vueltas que le pido.
Lo
más atroz de la carne cruda que nos echan desde televisiones, radios y
periódicos es la burla en que se torna. La humillación a la
inteligencia, de aceptar por caridad lo que por derecho corresponde.
Las
panteras, como los titanes, no han nacido para transformarse en dóciles
cuerpos, para girar sobre la nada lo mismo que el burro en su noria.
Nos han encarcelado. Deambulamos, frenéticos, como en círculo.
Nuestra ignorancia es del tamaño de nuestra permisión. Y nuestra permisión es tan supina como la estafa en la que vivimos.
La dignidad en potencia no es dignidad sin actos.
Hace
un mes, la inspectora de mi trabajo me dijo que dejara de escribir
estas cosas. Que las horas de ocio o los fines de semana debía de
dedicarlos a otros asuntos.
-¿Quién
es usted para decirme lo que he de hacer en mis horas libres?
-pregunté-. Si no me equivoco, la libertad de expresión aún no ha sido
derogada. ¿O sí?
Ricardo García Nieto