Cuando
ordenes tus libros por última vez, huele las páginas del que fue tu
primera evasión. Cuando te acerques al mar por última vez, moja tus pies
de recién nacido. Atrás, la oscuridad y su calor amniótico. Más lejos
aún, los trenes que no llegaron, los barcos que naufragaron, los
enemigos que te descabalgaron, las serpentinas de sangre de algún duelo,
las lanzas, los bisontes, el pasmo del fuego y el tambor de la luna.
Y al principio de todo, un hilo de plata, como de telaraña, uniéndote al resto de las cosas que habrían de existir.
Mañana estarás fuera del frenesí con que escribes, cruzándote con cientos de personas a saldo.
Es triste este país de correctos psicópatas.
Ricardo García Nieto