sábado, 18 de octubre de 2014

EL EFECTO BELLARMINO

Durante el juicio a Galileo, el Cardenal Bellarmino advirtió: afirmar que la Tierra da vueltas alrededor del Sol es tan falso como decir que Jesús no nació de una virgen.
Este modo de reflexión ha llegado hasta nuestros días en política.  Hoy, desde la nueva teología del dinero, Bellarmino diría: afirmar que el estado del bienestar es sostenible es tan falso como decir que las naciones pueden recuperar su autonomía financiera.
Se trata de argumentos basados en la creencia, no en la razón: “es lo que hay; no puede ser de otra manera”. Se nos dice que se nos ha salvado y se nos conduce a una nueva y necesaria calamidad. Y tal creencia ha arraigado tanto en nuestro interior que vemos cotidianamente el abuso, la injusticia o el robo y nos parece lo más normal del mundo.
No voy a enumerar aquí ni la cantidad ni magnitud de los desastres provocados por nuestros pastores políticos. Lo que me interesa es la acomodación de la masa al castigo. Se nos ha adiestrado para vivir como si nada hubiera pasado. Los individuos se han convertido en espejos: se miran y se reflejan desde el sometimiento a la frivolidad de unos pocos.
-Uy, pero si tú estás peor que yo.
-¡Que le vamos a hacer! Es lo que hay –se dicen-; no puede ser de otra manera.
Y vuelven a sus afanes lo mismo que la rana a su charca o los gatos a sus ratones.
Asentada en la creencia, la gente se acostumbra a vivir de milagro y termina discutiendo sobre los servicios mínimos de ángeles, santos o espíritus benefactores. Los políticos lo saben muy bien y tienden a aparecerse como vírgenes en un descampado para ofrecernos alguna golosina electoral. Y la tomamos.
El siglo XXI está vaciando de valores y razones a los seres humanos. ¿Resistirá en nosotros la sed de justicia?
Me parece que somos demasiado listos para ser inteligentes.



Ricardo García Nieto.

viernes, 10 de octubre de 2014

ÉBOLA, PERO EN SUS ALMAS



Quienes culpan a Teresa Romero de que el Ébola entrara en su cuerpo también tienen el Ébola, pero en sus almas.
Arriesgó su vida por otras vidas. Pertenece a ese grupo de seres humanos que son imprescindibles. Y ahora, contagiada, aislada y sin poder defenderse, la criminalizan.
El último parapeto de los miserables morales es el enfermo cuando no el cadáver.

Ricardo García Nieto