sábado, 30 de noviembre de 2013

EROS E HYPNOS

El Eros se cansa de ver la misma arquitectura, de oír la misma música, de saborear los mismos vinos. Al Eros le gusta verse sorprendido por la audacia. Las lealtades son propias del Hypnos. Bach, por ejemplo, nos hipnotiza; nos sube a lo inalcanzable. El jazz nos erotiza; nos pone en el campo de batalla. Igual sucede con las amistades y los horizontes; con las investigaciones y las intuiciones. Abocarse es casi fisiológico. Recogerse es hacerse prematuramente a regiones sin tiempo. Entre los dos extremos, vamos: o revoloteamos o nos pegamos a la luz. Como los insectos nocturnos. En cualquier caso, nuestras debilidades nos ayudan.


Ricardo García Nieto

ESTO SE ACABA

Estamos a finales del año 2029. Hace frío. Mucho frío. Tengo 76 años y me acaban de dar “la salvadora”, una píldora que esta noche me llevará al otro lado a cambio de un subsidio familiar para mis hijos y nietos. Estas son mis últimas palabras antes de que me venza el sueño y me incineren. La experiencia es rápida e indolora. No se permiten los duelos. No se permite sufrir. Todo empezó con la “década de los bobos”, la de esos dos presidentes… ¿Cómo se llamaban? Sí, hombre, sí… El de las cejas... El de la barba… Ya ni me acuerdo… Todo comenzó cuando la falsa crisis, cuando la estafa global se cebó con los países cuyos gobernantes se la creyeron… Cuyos gobernantes fueron obedientes con los estafadores… Eso que después conocimos con más indignación de la que padecimos durante el engaño... Es lo que tiene la verdad: o te llena de cólera o te sume en la paz más profunda. Pero no hubo paz, nuestras mentes y nuestros corazones habían olvidado durante aquellos años el asidero de la serenidad... Ahora, en cambio, todo es suave y sutil. Hasta la muerte. Los nuevos derechos humanos nos eximen del dolor. La ciencia, la farmacopea, es la garante de la normalidad. En algo hemos avanzado. ¿O no? No lo sé. Ya sé muy pocas cosas... Y no quiero dormirme sin dejar testimonio. Recuerdo que todo estaba en manos de los bancos. Hasta nuestras vidas. Los partidos políticos se quedaban sin créditos, que después se condonaban, si iban contra la banca. Las televisiones y radios, la prensa en general, lo mismo. La banca y las grandes fortunas vivían de la gente corriente, los que pagaban por existir y se empobrecían por existir... Muy pocos protestaron. Y se les criminalizó... Hubo una oportunidad para torcer el rumbo de esta infamia. ¿Cómo fue aquello? Cuando nos quisieron convertir en máquinas… Las máquinas eran mas rentables porque ni pensaban ni se quejaban. Las máquinas eran el trabajador perfecto. El neoliberalismo lo quiso… Teníamos los derechos de las máquinas. Función y reparación… ¿Quiénes lo decidieron? Aquella nueva sangre azul… Azul, como la de los ofidios… Corría por las monedas. Sus corazones bombeaban réditos… Sus mentes no distinguían entre la hectárea de maíz, la oveja, el barril de petróleo o el equipo de obreros... Tengo sueño, mucho sueño… La teología de las finanzas tenía su catecismo… ¿Qué estoy diciendo? Su catecismo... Esto se acaba… Se acaba dulce y lento… Hubo una oportunidad…


Ricardo García Nieto 

viernes, 29 de noviembre de 2013

SUICIDIOS COTIDIANOS

Cuando cruzas una línea, lo hace también tu destino. Puede que tirara de ti sin que lo percibieras. Puede que tú lo empujaras. Nunca lo sabremos. La desconexión con nuestra naturaleza más íntima hace que confundamos los deseos con las inclinaciones a las que hemos sido llamados. ¿Eres capaz de oírte? ¿Quién habla por ti? ¿Qué estiércol arrojan, qué semillas ponen en tu mente? ¿Qué ecos has interiorizado, qué figuras pasean por tu inconsciente? ¿Las elegiste?
En todas estas preguntas subyace el problema de la libertad.
La libertad de afuera está llenándose de mordazas, leyes inicuas, liberalismos esclavistas, moralidades perversas.
Pero ¿qué pasa con la libertad de adentro? ¿Estás convenciéndote de lo que quieren convencerte?
El peor de los peligros es que la persona singular haga suyas las ideas que pretenden acabar con su singularidad. Creerse que vale lo que produce. Aceptarse como cifra. Asumir los dictados de la moda como si fueran sus gustos. La justicia de los escalofríos como abrigo propio.
Las voces de nuestros muertos susurran en nuestros corazones.
Los cuadernos colegiales aún no se han cerrado. Paisajes, tapias, charcos, olores... Siguen dispuestos.
Si el hombre de nuestro tiempo se convence de su no ser, se habrá suicidado. Habrá recibido su alma en vano.


Ricardo García Nieto

jueves, 28 de noviembre de 2013

¿DÓNDE ESTABAS CUANDO TE FUISTE?

Voy a escribir un texto inútil. Parar el tiempo con una exaltación del alma sería como detener el océano con un chapuzón. La exaltación va nublando hasta deformar la realidad, que cede en el clímax para resarcirse después con el abatimiento. Punto y final.
La experiencia tiene mucho de numinosa. Pero el arrebatamiento de la exaltación no se hace tan prolongado como en la experiencia mística. E invita, engañosamente, a la suma compulsiva de convulsiones más que de encantamientos.
¿De qué estoy hablando?
Seguro que quien me lea lo sabe. Hemos vivido la experiencia del arrebato. Pero hay quienes se empecinan en detener el tiempo con una ley, perenne en el papel aunque inaplicable en la práctica; con una filmografía al alcance de nuestros nietos, aunque desterrada en las simas del olvido; con un libro de éxito, cuyo papel tendrá una vida de noventa años, pero que más allá de los volúmenes de ventas publicitados no dejará de ser un peso muerto.
El error está en la querencia de sujetar el tiempo. ¿Lo pretende la avispa, el castor, la medusa o el tigre? Ni siquiera lo atisban por instinto.
Nada se puede sujetar en un proceso de huída.
A nada puedes aferrarte al escabullirte.
Nada te seguirá cuando bajes los párpados por última vez.
Los dioses no detienen el tiempo; dejan que vuele cual pajarillo que sueltan de sus manos.
Aspirar a lo divino es dulce.
Pero más cerca de la divinidad está el ronroneo de una gata que la ardorosa busca de escapes o compensaciones. ¿En qué nos estamos convirtiendo?
La emoción más fuerte es la más querida.
El espectáculo que en mayor medida avive nuestras pasiones es el de unánime querencia.
Tachamos con lo primario la verdad última.
Hay lastres en nuestros suspiros.
Plomos en la inmediatez.
¿Dónde estabas cuando te fuiste?


Ricardo García Nieto

miércoles, 27 de noviembre de 2013

POLARIDADES

Es muy débil la línea que separa la ilusión de la desesperanza. Tan endeble como la frontera existente entre el genio y la locura. Los sentimientos, como los dones, gozan de bruscos movimientos pendulares. Los espejismos de la mente confluyen con los del corazón. El ser humano es vulnerable. Y por eso vulnera.
En ocasiones, el destino se asocia con el accidente o la enfermedad para la morbosa unión de los opuestos: el hombre de prodigiosa memoria padece Alzheimer, a la pianista le sobreviene la parálisis de sus manos, y el gran observador se queda ciego por un edema. Es lo que conocemos como fatalidad.
La naturaleza también hace sus contrapesos: lo más pequeño muta a gran velocidad, como en el caso de los virus, para convertirse en verdugo de lo más grande y complejo. Y si nos fijamos en los trastornos del alma, no nos resultará arduo hallar semejantes nivelaciones: el complejo de inferioridad, por ejemplo, es una fuerza psíquica que empuja a lo más alto de cualquier jerarquía: dictadores o emperadores bajitos, catedráticos de corto alcance, actores y actrices que pusieron de moda con sus rostros lo que los cánones de belleza nunca contemplaron.
La crisis económica es muy dada a cambios de polaridad: del bienestar se pasa rápidamente a la mendicidad. Y de la paz social a la ira. Lo que no muta es la ignorancia de las causas, de los causantes y de lo verdaderamente causado. Esos misterios nos entretienen y nos hacen ir de la versión oficial a la conspirativa. Hoy me creo esto; mañana, lo otro. Las creencias también tienen su crestas y sus valles. Alguien baja al infierno y se lo encuentra vacío. Y quienes emigran al paraíso europeo se encuentran con todos los demonios.
Al final, caes en la cuenta: los héroes de ficción duermen con sus monstruos lo mismo que el mar con sus ballenas. Y el individuo, como los imperios, tiene su auge y su caída. Todos llevamos adentro la cima del Everest y la fosa de las Marianas. Es muy débil la línea que separa la ilusión de la desesperanza.


Ricardo García Nieto

martes, 26 de noviembre de 2013

LOS SEÑORES DE LAS MOSCAS

Al igual que los médicos, los responsables de la vida pública deberían hacer suyo un juramento como el hipocrático. Propongo este sencillo texto:
JURO NO HACER DAÑO. EL BIENESTAR DE MIS CIUDADANOS SERÁ MI PRIMERA PREOCUPACIÓN, EVITANDO TODO MAL Y TODA INJUSTICIA. NI SIQUIERA BAJO AMENAZAS, ACTUARÉ CONTRA LOS DERECHOS HUMANOS. MIS INTERESES Y LOS DE MI PARTIDO ESTARÁN SUPEDITADOS AL BIEN COMÚN.
Aislados del contexto trágico en que vivimos, nuestros políticos podrían parecernos cómicos a primera vista. Bufones que se esfuerzan por captar votos. Su infantil retorcimiento de la verdad sobrepasa los límites de lo risible.
Pero ¿cómo podemos calificarlos cuando arrecia la crisis? ¿Sirven para defender nuestros derechos? Es obvio que no.
Si observamos su quehacer con detenimiento, comprobamos que lo cómico se ha convertido en trágico. Y hasta en abominable.
William Golding escribió una novela que viene como anillo al dedo para explicar el grado de depravación política al que se ha llegado. Se trata de “El señor de las moscas”, obra en la que se inspira la serie de televisión “Perdidos”. Un grupo de niños (podrían ser nuestros políticos) se organiza para sobrevivir en una isla desierta del Pacífico. Sin la supervisión adulta (podríamos ser nosotros, los ciudadanos) se plantean pulsos de poder, arrojamientos de culpas y conflictos de liderazgo hasta llegar al salvajismo. Hay un miedo latente en ellos: la bestia (la crisis, en nuestro caso), que no es otra cosa que un paracaidista muerto. Simon, el más lúcido de los niños, observa a sus compañeros cazar una cerda. Ve cómo cogen su cabeza y la pinchan en un palo. Simon mira la cabeza, le pone el nombre de “señor de las moscas” y ésta le dice: soy la bestia y soy una parte de ti. La alusión a la sombra junguiana es clara. Luego, Simon intenta convencer a sus compañeros de que la bestia no existe y, como al héroe que sale de la caverna platónica y vuelve para contar la verdad, lo matan.
Si la cabeza de esa cerda le hablara a nuestros políticos, les diría: soy la crisis y soy una parte de vosotros. Vosotros sois los “señores de las moscas”.
Pensemos en cualquiera de nuestros políticos: ¿Dónde está el heroico Simon? ¿Hay acaso grandeza en alguno? 
Las abominaciones, en el mito y la literatura, son una representación de nuestro inconsciente. Hasta que se hacen reales. Los ciudadanos hemos de estar atentos porque la abominación de la sombra se está proyectando con anterioridad. Los señores de las moscas ya han llegado al poder.


Ricardo García Nieto

lunes, 25 de noviembre de 2013

LOS BARROTES DE LA POLÍTICA Y LA USURA

Nos han encarcelado. Deambulamos, frenéticos, como en círculo, en un reducido ámbito: del trabajo a las tareas domésticas y a la atención de nuestras familias. No paramos. Y son los barrotes de esa cárcel los que parecen moverse, no dejándonos ver nada más allá. Me refiero a los barrotes de la política y la usura. Cuando intentas mejorar la vida de tus hijos o tus mayores, los barrotes hablan:

Eso no está permitido.
Eso no se cubre.
Eso hay que pagarlo.

Rilke escribió un poema profético, que tenía como objeto el movimiento de una pantera en su jaula. Aunque no fuese su intención, retrató al ser humano del siglo XXI. Es lo que tienen los genios. Propongo esta traducción, adaptando el poema a estos endecasílabos:

Sus ojos se han cansado del desfile
de las rejas, y ya nada retienen.
Las rejas se le han vuelto innumerables,
y el mundo se le acaba tras las rejas.
Blando andar de flexibles, fuertes patas,
que giran en el más pequeño círculo,
cual danza poderosa en torno a un centro
donde su voluntad está aturdida.
A veces, en silencio, alza el telón
de sus pupilas. Y entra alguna imagen,
surca la tensa calma de sus miembros
y se apaga al llegar al corazón.

Lo mismo que a la pantera del poema, nos quieren condenar a no encontrar salidas. Nos quieren condenar a mirar barrotes. Es voluntad de nuestros políticos que no apreciemos otra voluntad que la suya. Y la idea de que pensemos por nuestra cuenta les pone muy nerviosos:

Eso no se puede cambiar.
Eso sería un desastre.
Eso es sedición.

La cúpula del partido gubernamental está llena de intermediarios entre los ciudadanos y los intereses de Alemania y del Fondo Monetario Internacional. En Europa, se les tiene por corruptos y mediocres, pero son imprescindibles porque obedecen. Mientras el euro les lava la cara (y algo más), el resto de los españoles cargamos con la cruz de esa moneda.

Eso es porque estás mal acostumbrado.
Eso es porque has vivido demasiado bien.
Eso es porque no te adaptas.

Como en el Bolero de Ravel, se intuyen varios círculos infernales en el poema de la pantera:
El primero sería el de sus propios pasos, dando vueltas sobre la nada.
El segundo estaría formado por las rejas.
El tercero lo compondrían los espectadores.
Me refiero a estos últimos cuando pienso en los dueños de la patria, que aparecen de vez en cuando en nuestras vidas a echarnos un poco de carne.

La panterita española
es oscura, como el vino.
Da las vueltas que merece;
da las vueltas que le pido.

Lo más atroz de la carne cruda que nos echan desde televisiones, radios y periódicos es la burla en que se torna. La humillación a la inteligencia, de aceptar por caridad lo que por derecho corresponde.
Las panteras, como los titanes, no han nacido para transformarse en dóciles cuerpos, para girar sobre la nada lo mismo que el burro en su noria.
Nos han encarcelado. Deambulamos, frenéticos, como en círculo.
Nuestra ignorancia es del tamaño de nuestra permisión. Y nuestra permisión es tan supina como la estafa en la que vivimos.
La dignidad en potencia no es dignidad sin actos.
Hace un mes, la inspectora de mi trabajo me dijo que dejara de escribir estas cosas. Que las horas de ocio o los fines de semana debía de dedicarlos a otros asuntos.
-¿Quién es usted para decirme lo que he de hacer en mis horas libres? -pregunté-. Si no me equivoco, la libertad de expresión aún no ha sido derogada. ¿O sí?


Ricardo García Nieto 

domingo, 24 de noviembre de 2013

MISI

El amor tiene sus dársenas, como la luz sus cuerpos. El amor a un ser humano, animal, planta o bosque son las formas que tiene de conocerse el alma. Los fondeaderos en los que reposa son como torbellinos que extraen de nosotros lo inesperado para regalárnoslo, para decirnos “eres así, por extraño que te parezca”.
Hoy he perdido uno de esos pequeños refugios. Me refiero a una sencilla gata que me ha acompañado durante los últimos años. Nos entendíamos con la mirada. Parió su camada junto a mí, mientras yo dormía. Cada vez que se disponía a salir por la ventana, volvía su cabeza hacia mí y me daba un corto maullido: “luego nos vemos”. Y cuando volvía por la noche, se subía a mi regazo a ronronear. Había sido un día largo para ambos.
La naturaleza nos da mucho más de lo que exige. Un árbol, una abeja o un perro dejan más de lo que se llevan. Y mi gata me ha hecho mejor persona. Nos ha dejado por el golpe seco de un automóvil en su cabeza. No ha sufrido.
Ahora se estira y acomoda sobre mí en el largo metraje de los recuerdos.
El amor tiene sus dársenas, como el dolor sus ritos.
Le debía estas palabras.


Ricardo García Nieto 





sábado, 23 de noviembre de 2013

LA ESPAÑA DE LOS SIMIOS

El momento más trascendente de la historia de España cuenta con protagonistas simiescos. Me refiero a los políticos. Asomarse a los periódicos es ver una obra de gravedad calderoniana interpretada por gorilas. Los nuestros mastican las leyes, las escupen, las machacan con sus manos y nos las hacen tragar cual si fuéramos de su misma especie. Pero no. No somos como ellos.
La palabra gorila deriva del griego γόριλλαι (gorillai). Aparece por vez primera en el “Periplo de Hannón” (siglo V a.C.), almirante cartaginés que zarpó de Cartago y llegó, bordeando la costa africana, al golfo de Guinea. Allí, los salvajes gorillai atacaron los navíos. Y los cartagineses se defendieron: “y no logramos apresarlos –decía Hannón- porque se escaparon trepando por los riscos y rechazándonos con piedras”. Siguiendo con el símil, ¿no se escapan los corruptos que nos gobiernan trepando por los riscos de la justicia? ¿No hacen uso de las leyes cual si fueran armas, piedras que arrojasen sobre nuestras cabezas?
Nuestra civilización ha dejado el poder en las manos de unos cuantos gorilas. Su intención es ilegalizar al ser humano, sitiarlo con las leyes, someterlo.
Pierre Boulle escribió su “Planeta de los simios” en 1963. Retrataba un mundo en el que los gorilas eran la clase política, empresarial y militar. Dirigían su sociedad con altanería y escasa fluidez intelectual. Y cuando escribían libros, se preocupaban más por la forma que por el contenido. ¿A qué nos suena todo esto?
Pierre Boulle hizo un viaje en el tiempo desde 1963 hasta nuestros días, poniéndonos delante de los ojos una distopía (δυς, malo; τόπος, lugar), una sociedad indeseable y, por desgracia, demasiado parecida a la que soportamos.
Ulises Mérou, el protagonista de la novela, emprende su odisea para comprender el origen de la civilización simiesca y se descubre a sí mismo como el último hombre.
Somos incompatibles con un mundo sin derechos humanos. En esa incompatibilidad, hemos de reconocernos los últimos ciudadanos libres.


Ricardo García Nieto

viernes, 22 de noviembre de 2013

MAGOG Y EL PORDIOSERO NEOMÍSTICO

Podemos llamarle Magog. Me dijo que había reunido doscientos millones de euros y que se encontraba contento porque su dinero se multiplicaba solo. Cada mañana, encendía su ordenador y miraba sus cuentas bancarias.
-¡Amorcito! –gritaba a su joven esposa-. Hemos ganado cien mil euros en tan sólo diez horas.
Y volvían a la cama entre arrumacos.
Magog es listo. Huele las oportunidades. Y dice sus verdades sin rodeos, como si fuese una sepia dotada con el don del lenguaje:
-Me encanta esta crisis.
Lo conozco hace treinta años, cuando los dos acabábamos de terminar nuestras respectivas carreras. Yo le hablaba de misterios lunares, y él me replicaba:
-Eso no da un céntimo; nuestro futuro depende de los contactos y de la inversión inicial.
-¿Qué inversión?
-La que, tarde o temprano, tendremos que hacer.
-Pues yo no pienso hacer ninguna.
-Peor para ti.
Nunca trabamos amistad. Y la vida ha sabido colocarnos en el lugar que, posiblemente, nos merecíamos. Cuando nos encontrábamos en bodas o comuniones, siempre me presentaba a alguien con la misma frase:
-Este es Mengano, y no es un cualquiera, ¿sabes? Es el director de Marketing de Iberdolorosa o de Telefláutica.
-Encantado, yo soy un pordiosero neomístico.
-¡Qué cosas tienes!
La semana pasada me lo tropecé en una churrería.
-Me habló de sus glorias monetarias, de las imprescindibles inversiones privadas en el sector público, de la inflación que se iba a disparar entre el 2015 y el 2020…
-¿Y cuando venga el colapso financiero global? –cuestioné.
-Eso es imposible.
-¿Y tu muerte? –le pregunté-. ¿Te estás preparando para cuando te sorprenda?
-Tengo seguros de vida.
-¿Te salvarán tus seguros cuando tengas cáncer?
-Me hago revisiones todos los meses y estoy estupendo.
-¿Y cuando seas viejísimo?
-Ya inventarán algo con células madre o lo que sea.
-¿Y cuando cumplas seiscientos años?
-Bueno, te dejo, que tengo prisa.
Magog tiene esa extraña vitalidad que da el dinero. Vive como en trance. Aunque, de vez en cuando, se encuentra con un pordiosero neomístico que lo catapulta más allá de lo contable y le amarga el día. ¡Qué le vamos hacer! 


Ricardo García Nieto

jueves, 21 de noviembre de 2013

HACE DIEZ AÑOS QUE NO JUEGO AL AJEDREZ

Hace diez años que no juego al ajedrez. Me apasionó desde mocoso, cuando mi padre me enseñó que la decencia de una partida era semejante a la de la vida. Es curioso… Ahora que lo pienso, creo que jamás le gané, ni siquiera cuando tuve la petulancia de ejercer como profesor de ajedrez durante dos años. El genio natural de mi progenitor se imponía a toda estrategia. Y sí, tenía razón: el ajedrez se parecía demasiado a la vida.
Las aperturas (abiertas, semiabiertas, cerradas o de flanco) eran la forma que tenían los contendientes de salir de su útero para encontrarse; los sistemas de defensa o ataque, una actitud ante el mundo; el medio juego, una madurez a la que se llegaba con demasiadas heridas; el final, una agonía que se podía retrasar o un golpe de gracia que, inexorablemente, habría de darse. Jaques, sacrificios, celadas… Y la soledad de un rey que, de tanto sospechar, intuir o ver, perdía algo más que su prestada corona. ¿A quién queríamos matar? ¿De qué huíamos? El ajedrez era una suave aflicción, una vacuna contra el dolor luminoso de los días y el oscuro desconsuelo de las noches.
A diferencia de los naipes o la política, en el ajedrez no se puede ir de farol. Los dos contendientes saben lo que hay o lo que puede venir. No se mienten. Y llegados a cierto nivel, las malas artes son un indicio de flaqueza que se termina pagando con la vida.
En la vida pública española faltan ajedrecistas y sobran trileros. La posición de las piezas se esconde tras sonrisas innobles, se permiten jugadas ilegales y se engaña por hábito. La mentalidad de un jugador de ajedrez ya no sirve para sobrevivir en nuestra sociedad.
Hace diez años que no juego al ajedrez. Su significado último se impone sobre cualquier otra consideración. Borges lo tenía muy claro:

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

Si somos el sueño de un dios que, a su vez, es soñado, ¿quién no nos dice que, en nuestros sueños, somos responsables de otros universos? ¿Quiénes mueren y quiénes triunfan, quiénes aman y quiénes odian en nuestra trama onírica? ¿Nos mirarán, nos harán ofrendas, nos pedirán que cese esto o aquello? Sólo podemos desear que no, que esa responsabilidad no caiga sobre nuestros párpados cerrados
Miles de años antes que Borges, en el “Rig Veda” se podía leer:

¿Quién lo sabe con certeza? ¿Quién lo afirma?
¿De dónde nació, de dónde procede la Creación?
Los dioses son posteriores a la creación de este mundo…
¿Quién puede, pues, saber los orígenes del mundo?
Nadie sabe de dónde surgió la Creación
o si Él la ha hecho o no la ha hecho,
El que todo lo vigila desde los altos cielos.
Sólo Él lo sabe. O quizás no lo sepa.

La humildad subyacente en este texto hindú debiera inclinarnos a la reflexión. ¿Quiénes pueden creerse en la posesión de la verdad cuando ni a los dioses se les concede ese atrevimiento?
España se ha cerrado en lo necesario. Sólo existe el dios de lo necesario. Sus profetas te dicen que esto es así o asá sin otro argumento que su necesidad. Hasta las víctimas que se van quedando por el camino se vuelven necesarias.
La partida de ajedrez entre necesarios e innecesarios acaba de comenzar. Y los contendientes ni siquiera saben a qué están jugando. Y cuando lo sepan, habrá decretos que les cambien las reglas. Y cuando se adapten a ellas, habrá nuevos giros y conveniencias.
Los políticos de lo necesario son el mayor peligro del siglo XXI. Su finalismo es un dogma: no pueden equivocarse. Son más listos que El que todo lo vigila desde los altos cielos. A esa seguridad le ponen el nombre de convicción. Y se les alaba por ello. Los muertos necesarios de sus políticas son las piezas que quedan al margen de un tablero distorsionado. Yo les llamo psicópatas.
Hace diez años que no juego al ajedrez.


Ricardo García Nieto

miércoles, 20 de noviembre de 2013

COMO UN EJE

Con mis pensamientos se podría hacer un tratado de ornitología: tengo muchos pájaros en la cabeza. Y cuando echan a volar, otros ocupan su sitio. Por debajo de mí habla una naturaleza que jamás llegué a comprender. Una especie de corriente que cambia de intensidad. Si yo fuese un frigorífico, hace ya años que estaría roto.
Entre los pájaros, que me disputan cual si fuera una lagartija que llevarse al estómago, y los puñeteros cambios de tensión de la corriente, que me tiene conectado a sólo Dios sabe qué, certifico mi escasa libertad y mi propensión a la melancolía. Si la intemperie española ya resulta de por sí catastrófica, bien se podrá imaginar quien me lea por qué escribo. Para no volverme loco. Los poetas toman la palabra para mostrarse. Los políticos toman la palabra para dictar. Yo tomo la palabra cual si fuera un complejo vitamínico. Para metabolizar mejor los sapos que cada día nos tragamos el resto de los mortales. No entendía a mi padre cuando me decía: hijo mío, eres más infeliz que un piojo. Ahora sé que estaba corroborando el orden duradero de mi existencia.
Soy feliz frente al mar. Me creo su respiración y entiendo su lógica. En mi quietud, hipnotizado ante su movimiento, soy como un eje. Me humedezco las manos y toco un galeón. Toco una hoja y hablo con sus raíces. Hablo con el teclado y los pájaros aletean en mi cabeza. 


Ricardo García Nieto

martes, 19 de noviembre de 2013

ENTREVISTA CON JOHN FITZGERALD KENNEDY

Me elevé al limbo de los presidentes de Estados Unidos y hallé a John Fitzgerald Kennedy en un yate, sobre un mar en calma a pesar de las nubes grises del horizonte. Llevaba en la cabeza una gorrita marinera con ancla dorada.
-Se ha puesto usted de plena actualidad –inicié la conversación.
-Siempre lo estuve: un católico reformista con publicitados líos de faldas…
-Me refiero a lo de su muerte.
-Ah, aquello… Sí, nunca coló la tesis de los disparos con trayectorias en ángulo recto… Era de esperar: hasta los peores pecan alguna vez de tontos.
-¿Por qué quisieron acabar con usted?
-Lo quisieron y lo lograron, amigo mío, al menos sobre la faz de la Tierra.
-¿Por qué?
-Porque me empeñé en emitir cuatro mil millones de dólares con respaldo en plata para acabar con el monopolio de la Reserva Federal, que, como sabrá, estaba y sigue estando en manos privadas.
-¿Me está diciendo que su Reserva Federal, el banco central de su país, no es de titularidad pública?
-Usted no era el más listo de su clase, ¿verdad? Le acabo de decir que sí, que la máquina que imprime dólares USA está en manos privadas.
-¿De quién?
-De los Rockefeller, Morgan, Rothschild, Warburg, Lazard, Kuhn, Loeb, Israel Moses Saif, Goldman, Lehmans y Sachs. Ellos son la Reserva Federal de Estados Unidos, que, como comprenderá, ni es reserva ni es federal, sino un consorcio de familias.
-Es curioso, también quiso hablarme de ella Moamar el Gadafi… ¿Lo conoce?
-Claro que sí, sigo la historia planetaria con sumo interés… Jugó con fuego y se quemó, lo mismo que yo.
-Pero usted era el Presidente de los Estados Unidos…
-Los dueños del mundo no entienden de razas, credos, nacionalidades o cargos. O estás a su favor o en su contra.
-No salgo de mi asombro… Entonces, las guerras, las crisis…
-Sí –me cortó-. Todo cuanto acaece en lo político y lo económico se origina en ese consorcio de familias. El gobierno de los Estados Unidos consulta con las demás potencias hasta dónde puede llegar y obedece en la medida de lo posible.
-¿Y las Torres Gemelas?
-Una demolición perfectamente ejecutada para invadir Afganistán y hacerse con la producción de la amapola y el mercado de la heroína.
-Heroína… Esto ya me supera.
-A usted le supera un caracol. ¿Cuáles son los cuatro grandes negocios del planeta?
-Pues…
-No, no me responda, ya se lo digo yo: la energía, las drogas, las armas y los medicamentos.
-Volviendo a su vida, ¿qué relación tuvo con Marilyn Monroe?
-¿Acaso duda, perspicaz interrogador, que la señorita Monroe fue mi amante, que nos pinchaban los teléfonos o que nos grababan en la cama?
-¿La asesinaron?
-Sí… A ella y a mi hermano Bobby; los dos estaban al tanto de mis intenciones. Íbamos en el mismo paquete.
-¿Y su esposa?
-No era una víctima necesaria. Sabía y callaba. La señorita Monroe era muy inestable: en cualquier momento podía irse de la lengua. Y mi hermano Bobby quería ser candidato a la Casa Blanca para seguir con mi política de liberación.
-Ha oído hablar de la tesis conspirativa de David Icke.
-Por supuesto.
-¿Qué le parece?
-Que si se limitase a mostrar la verdad, lo matarían. Por eso la envuelve con estupideces inverosímiles, que vienen bien para desacreditar lo que de cierto hay.
Las nubes, cada vez más oscuras, cubrían todo el horizonte, como una larga piel de zorro plateado. La superficie del mar comenzaba a rizarse.
-Va a haber tormenta –advirtió el señor Kennedy-. Será mejor que vayamos terminando.
-No imaginé que en el limbo de los muertos las hubiera –aseveré.
-Si siempre estuviéramos en calma chicha, sería muy aburrido. Además, ya estoy muerto; no tengo nada que temer, hasta puedo permitirme el lujo de naufragar –sonrió.
-Le propongo un juego: yo le digo un nombre y usted me dice lo primero que le venga a la cabeza.
-¡Qué original! –exclamó con desgana-. Dispare.
-Adolf Hitler.
-Murió en Argentina. De viejo.
-No me lo puedo creer…
-¿No me había dicho que le dijera lo primero que se me ocurriera? Pues eso, que no se suicidó; debería informarse antes de hacer preguntas sobre su vida. ¿No cree? Venga, otro nombre.
-El Rey Juan Carlos I de España.
-Obediente como príncipe, pero más como rey.
-¿A qué se refiere?
-¡Qué pesado resulta usted! Todas las casas reales lo son. Otro nombre.
-Richard Nixon.
-Un brillante tramposo.
-Europa.
-Una dictadura.
-Angela Merkel.
-Una joven comunista que ha terminado a sueldo de cártel químico y farmacéutico. Tenaz y avara.
-España.
-Fútbol y esclavos.
-Barak Obama.
-Vacío por dentro, pero rico en apariencias. El presidente perfecto.
-Una última pregunta: ¿los muertos mienten?
-Si le dijera la verdad mentiría.
-Eso es una contradicción.
-Definitivamente, usted no fue de los primeros de su clase. No es una contradicción; es una declaración que debiera hacerle pensar ¿Es que no ha leído las paradojas de los clásicos?
-En fin –claudiqué-, ¿quiere añadir algo más, señor Kennedy?
-Le abriré los ojos en algo, cándido amigo: ningún mortal llegará limpio a presidente de un país, de un partido o de una gran compañía. Sólo será elegido para ese cargo si hay en su pasado un secreto muy turbio que guardar.
-¿Por qué?
-Porque sólo así tendrá miedo, terror a que se desvele y será obediente.
-Usted llegó a Presidente de los Estados Unidos. ¿Cuál era su turbio secreto?
-Ser un católico mujeriego. En aquellos años era el “no va más”.
-¿Y cuál es el “no va más” de ahora?
-La pedofilia, por encima de drogas, prostitución o crímenes de estado.
Comenzó a llover. El barómetro cayó en picado. Las olas se sumaban unas a otras hasta formar muros con penachos blancos. El señor Kennedy amarró cabos, cerró portalones y, con una pícara sonrisa, se despidió de mí.
Al día siguiente, mi gata me despertó ronroneando. Cariñosa, como una actriz de comedia. 


Ricardo García Nieto

lunes, 18 de noviembre de 2013

CÓLERA Y MELANCOLÍA


Así como los ríos limpian su cauce, los hombres purgan su corazón: arrancan la cólera de sí y destilan su melancolía. Las revoluciones sociales suelen elegir a los primeros. Las obras de arte, a los segundos. El materialismo financiero se ha instalado en nuestros hogares. Tu coeficiente de logros indica lo necesario que eres: si se puede prescindir de ti. Un buen coeficiente limpia tu inexistencia.
Así como los ríos huyen de sí mismos, el nuevo hombre se ha dejado la piel en la moneda; sus dones en la vieja casa de su infancia; su esperanza en la ficción de los periódicos.
Cuando mordisqueo mis pensamientos, sé que algo ha de cambiar. Y lo amontono en unas líneas.

Las bodegas han de estar vacías para emprender el viaje de regreso.


Ricardo García Nieto

LADRONES DE SOL


El encuentro entre el hombre más pobre y el más poderoso de su tiempo debiera servirnos de lección para los tiempos que corren en España.
Diógenes, el filósofo, vivía austeramente, como un perro vagabundo. Su casa era una tinaja y sus posesiones se reducían a una manta, un zurrón, un báculo y un cuenco. Un día, Alejandro Magno fue a conocerle y, erguido como el rey que era ante Diógenes, le preguntó:
-¿Qué puedo hacer por ti?
-Apartarte –respondió Diógenes-; me estás quitando el sol.
Cuando los cortesanos del rey empezaron a burlarse del filósofo, Alejandro congeló sus risas, diciendo:
-De no ser Alejandro, hubiera deseado ser Diógenes.
Si Rajoy se encontrase con Diógenes, posiblemente le pondría un impuesto por el sol que tomaba. Y no exagero: el vergonzante ministro Soria ha decidido gravar con un impuesto a todos los que tengan placas solares en su casa. Es más, va a permitir que los inspectores allanen los domicilios privados para controlar cuántas placas hay instaladas y cuánta electricidad producen, con el fin de calcular el canon a pagar.
No voy a indignarme. Ni siquiera voy a recrearme en cómo las empresas eléctricas manejan a nuestro gobierno y nos sujetan medievalmente a gravámenes inimaginables.
Prefiero volver a Diógenes.
Cuando Alejandro Magno lo halló observando un montón de huesos, Diógenes le dijo:
-Busco los de tu padre, pero no los puedo diferenciar de los de un esclavo.
¿En qué se diferencian los miembros de este gobierno de ti?
¿Son mejores que tú? NO
¿Son más decentes que tú? NO
¿Son más justos que tú? NO
¿Coinciden contigo en sus intereses? NO
Antes de encontrarse con Alejandro magno, Diógenes fue puesto a la venta como esclavo:
-¿Qué sabes hacer? -le preguntaron
-Mandar –respondió-. Comprueba si alguien quiere comprar un am.



Ricardo García Nieto 

PREVISIÓN Y CIERRE

Cuando ordenes tus libros por última vez, huele las páginas del que fue tu primera evasión. Cuando te acerques al mar por última vez, moja tus pies de recién nacido. Atrás, la oscuridad y su calor amniótico. Más lejos aún, los trenes que no llegaron, los barcos que naufragaron, los enemigos que te descabalgaron, las serpentinas de sangre de algún duelo, las lanzas, los bisontes, el pasmo del fuego y el tambor de la luna.
Y al principio de todo, un hilo de plata, como de telaraña, uniéndote al resto de las cosas que habrían de existir.
Mañana estarás fuera del frenesí con que escribes, cruzándote con cientos de personas a saldo.
Es triste este país de correctos psicópatas.



Ricardo García Nieto

viernes, 15 de noviembre de 2013

ENTREVISTA CON GADAFI

Hace unos días puse un pie en el más allá para entrevistar a Muamar el Gadafi. Lo hallé en un desierto abismal, dentro de una sencilla tienda. Me invitó a pasar y me senté frente a él, en una alfombra raída. Me sorprendió su austeridad y se lo comenté.
-Éste es el limbo que he elegido –me dijo.
-Pero esta escueta tienda, esta alfombra o la sábana que le cubre, permítame insistir, señor Gadafi, contrastan mucho con los lujos de su vida mundana.
-No preciso más para meditar, que es lo que aquí hacemos.
-¿De qué se arrepiente?
-De casi todo. A usted también le pasará cuando cruce el umbral.
-Bueno, creo que su vida fue más intensa de lo que es la mía…
-Eso sí que es verdad: la suya es muy anodina. Pero se arrepentirá de las cosas que no ha hecho lo mismo que yo de las que sí he hecho.
-Dígame algo que no repetiría si volviera a nacer.
-No sé… Quizá un par de atentados… Haber financiado el terrorismo... Tantas cosas... Está claro que me merezco este desierto infernal en el que vivo.
-¿Por qué se sublevó su pueblo?
-Nunca lo hizo.
-¿Cómo que no? Trípoli se levantó contra su mandato al calor de la primavera árabe.
-No hubo primavera árabe en Libia. Se utilizó como escusa para que un puñado de mercenarios y descontentos incendiaran la ciudad. Aquello fue un golpe de estado. Peor: un golpe de talón con muchos ceros.
-¿De quién era el talón?
-De los servicios secretos estadounidenses y franceses.
-¿Por qué querrían los gobiernos de Estados Unidos y Francia derrocarle?
-Porque exigí el pago de mi petróleo en una moneda distinta al dólar: en dinares respaldados con oro.
-Pero a usted le bombardeó el ejército francés de Sarkozy. Y la moneda francesa es el euro…
-Sarkozy quería el petróleo libio para comercializarlo en dólares. Francia se lo apropiaba, y Estados Unidos reforzaba su petrodólar. Ambos salían ganando. Y todos respiraban tranquilos. La venta de mi petróleo en dinares, euros, rublos o cualquier otra moneda suponía un peligro para las finanzas del mundo. Y no se podía consentir. De la misma manera que tampoco se lo permitieron a Saddam Hussein.
-Pero Saddam Hussein fue un déspota y un asesino; por eso lo derrocaron.
-Lo que usted quiera, pero fue el primero en vender el petróleo en euros. Y encima convirtió a euros el fondo de reserva de la ONU, el llamado "petróleo por alimentos", un fondo de 10.000 millones de dólares.
-Vaya, vaya… Los estadounidenses son los malos de la película. Como siempre.
-Los estadounidenses son como usted o como lo fui yo. Los hacedores de este tipo de guerras son los que controlan la Reserva Federal de los Estados Unidos.
-¿Los muertos mienten? –atajé.
-Tanto como los vivos –sonrió como un niño-. Es más, cuando vuelva al mundo terrenal, no le quepa duda de que esta entrevista le parecerá un sueño.
-Una mentira no es lo mismo que un sueño.
-Créame, desde mi actual posición, yo no estaría tan seguro.
-Se han cumplido ya dos años de su ejecución. ¿Cómo la recuerda?
-Pues imagínese, sagaz interlocutor, fue una experiencia inolvidable: me cogieron, me escupieron, me insultaron, me meé y me cagué de miedo, me golpearon hasta hartarse y me metieron tres disparos a quemarropa: dos en el estómago y uno en la cabeza.
-¿Guarda en su corazón algún reproche?
-¿Reproches? No, no crea… Aquí no se reprocha nada. Nací en Libia como Muamar Muhamad Abu-minyar el Gadafi y me tocó lo que me tocó. No hay nada que objetar. Si bajo de nuevo a la Tierra, no me importaría ser un agricultor de Kentucky.
-A ver, tengo una docena de preguntas que me gustaría...
-No hay tiempo -zanjó.
-Pensaba que los muertos tenían todo el tiempo del mundo, vamos, la eternidad.
-Yo sí, pero usted no: están a punto de despertarle.


Ricardo García Nieto 


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