miércoles, 27 de noviembre de 2013

POLARIDADES

Es muy débil la línea que separa la ilusión de la desesperanza. Tan endeble como la frontera existente entre el genio y la locura. Los sentimientos, como los dones, gozan de bruscos movimientos pendulares. Los espejismos de la mente confluyen con los del corazón. El ser humano es vulnerable. Y por eso vulnera.
En ocasiones, el destino se asocia con el accidente o la enfermedad para la morbosa unión de los opuestos: el hombre de prodigiosa memoria padece Alzheimer, a la pianista le sobreviene la parálisis de sus manos, y el gran observador se queda ciego por un edema. Es lo que conocemos como fatalidad.
La naturaleza también hace sus contrapesos: lo más pequeño muta a gran velocidad, como en el caso de los virus, para convertirse en verdugo de lo más grande y complejo. Y si nos fijamos en los trastornos del alma, no nos resultará arduo hallar semejantes nivelaciones: el complejo de inferioridad, por ejemplo, es una fuerza psíquica que empuja a lo más alto de cualquier jerarquía: dictadores o emperadores bajitos, catedráticos de corto alcance, actores y actrices que pusieron de moda con sus rostros lo que los cánones de belleza nunca contemplaron.
La crisis económica es muy dada a cambios de polaridad: del bienestar se pasa rápidamente a la mendicidad. Y de la paz social a la ira. Lo que no muta es la ignorancia de las causas, de los causantes y de lo verdaderamente causado. Esos misterios nos entretienen y nos hacen ir de la versión oficial a la conspirativa. Hoy me creo esto; mañana, lo otro. Las creencias también tienen su crestas y sus valles. Alguien baja al infierno y se lo encuentra vacío. Y quienes emigran al paraíso europeo se encuentran con todos los demonios.
Al final, caes en la cuenta: los héroes de ficción duermen con sus monstruos lo mismo que el mar con sus ballenas. Y el individuo, como los imperios, tiene su auge y su caída. Todos llevamos adentro la cima del Everest y la fosa de las Marianas. Es muy débil la línea que separa la ilusión de la desesperanza.


Ricardo García Nieto