sábado, 30 de noviembre de 2013

ESTO SE ACABA

Estamos a finales del año 2029. Hace frío. Mucho frío. Tengo 76 años y me acaban de dar “la salvadora”, una píldora que esta noche me llevará al otro lado a cambio de un subsidio familiar para mis hijos y nietos. Estas son mis últimas palabras antes de que me venza el sueño y me incineren. La experiencia es rápida e indolora. No se permiten los duelos. No se permite sufrir. Todo empezó con la “década de los bobos”, la de esos dos presidentes… ¿Cómo se llamaban? Sí, hombre, sí… El de las cejas... El de la barba… Ya ni me acuerdo… Todo comenzó cuando la falsa crisis, cuando la estafa global se cebó con los países cuyos gobernantes se la creyeron… Cuyos gobernantes fueron obedientes con los estafadores… Eso que después conocimos con más indignación de la que padecimos durante el engaño... Es lo que tiene la verdad: o te llena de cólera o te sume en la paz más profunda. Pero no hubo paz, nuestras mentes y nuestros corazones habían olvidado durante aquellos años el asidero de la serenidad... Ahora, en cambio, todo es suave y sutil. Hasta la muerte. Los nuevos derechos humanos nos eximen del dolor. La ciencia, la farmacopea, es la garante de la normalidad. En algo hemos avanzado. ¿O no? No lo sé. Ya sé muy pocas cosas... Y no quiero dormirme sin dejar testimonio. Recuerdo que todo estaba en manos de los bancos. Hasta nuestras vidas. Los partidos políticos se quedaban sin créditos, que después se condonaban, si iban contra la banca. Las televisiones y radios, la prensa en general, lo mismo. La banca y las grandes fortunas vivían de la gente corriente, los que pagaban por existir y se empobrecían por existir... Muy pocos protestaron. Y se les criminalizó... Hubo una oportunidad para torcer el rumbo de esta infamia. ¿Cómo fue aquello? Cuando nos quisieron convertir en máquinas… Las máquinas eran mas rentables porque ni pensaban ni se quejaban. Las máquinas eran el trabajador perfecto. El neoliberalismo lo quiso… Teníamos los derechos de las máquinas. Función y reparación… ¿Quiénes lo decidieron? Aquella nueva sangre azul… Azul, como la de los ofidios… Corría por las monedas. Sus corazones bombeaban réditos… Sus mentes no distinguían entre la hectárea de maíz, la oveja, el barril de petróleo o el equipo de obreros... Tengo sueño, mucho sueño… La teología de las finanzas tenía su catecismo… ¿Qué estoy diciendo? Su catecismo... Esto se acaba… Se acaba dulce y lento… Hubo una oportunidad…


Ricardo García Nieto